viernes, 27 de septiembre de 2013

SON Y DOS

EL DIARIO VASCO 27-9-2013

                Es importante el sonido en el cine. No porque lo diga yo, lo dicen los profesionales del cine, que aparte de hacer muchas bellísimas películas, las hacen también mediocres y de las otras. Bajo el discurso público contra la piratería, la subida del IVA y los recortes, hay uno privado que despotrica contra las condiciones de las salas de proyección y alguna otra monserga que justifica su siempre coyuntural déficit de talento. Pero el sonido debe de ser importante en el cine porque da la impresión de que la cosa va como en los concursos de fuegos artificiales en el que el armónico estruendo de la traca provoca el aplauso a la luz y al colorido. Hoy en día las salas y las películas emiten un sonido a prueba de sordos.
 

         Sufrimos en esos comienzos de película con escenas de bar concurrido o discoteca, o calle con tráfico intenso, con las diez primeras frases entrándonos  por los oídos sin que el cerebro llegue a descifrar su significado. El sufrimiento crece si la película habla en algún registro latinoamericano de la lengua castellana y el número de frases que no alcanzamos a entender superan las cien o más. Cuando eso nos sucede nos irritamos, a tal punto que El Crítico llega a afirmar que "está subtitulada en inglés pero en castellano cuesta pillar su lenguaje, su argot, que es lo que deberían de subtitular determinadas películas sudamericanas al castellano porque te pierdes la mitad, no te enteras".

 
         Subtitular el español al castellano, hablar euskera y no batua. Es verdad que algunos no se enteran, que no se enteran de que el problema no es de oído

 

viernes, 20 de septiembre de 2013

CONVENCIONES

 EL DIARIO VASCO 20-9-2013

                Y pensar que la guerra tiene sus normas, cualquiera lo diría. Se tienen que cabrear los Estados Unidos de Norteamérica, y a sus órdenes, la humanidad, para que nos enteremos de que hay guerras y guerras. Uno que pensaba que en la guerra todo era jauja, que precisamente la guerra era guerra porque se trataba de dar al enemigo lo más fuerte posible y de cualquier manera, tiene que tomar en conciencia que la guerra tiene sus normas y que lo demás está prohibido, sin que se sepa como cumplir la prohibición. Una cosa es la guerra convencional, bomba atómica incluida, y otra bien diferente es la guerra sin normas, con gas sarín, por ejemplo. Sibilina perfidia,

         Disfrutamos de las coplas del ciego de Solferino, porque la batalla fue convencional y no con gas sarín, San Ignacio es santo por la misma causa, porque el sarín no le hubiera dado tiempo a convertirse y ser bueno. Así hasta la tomatina o guerra de los tomates de Buñol, otra vergüenza que desde España ofrecemos a la humanidad. 130.000 kilos de tomates, por tirarlos había que pagar 750 euros y por recibirlos 10, 180 personas en protección civil, 45 policías, 50 agentes de seguridad, Guardia Civil... nueve ambulancias del Samur, varios helicópteros y un hospital de campaña con 12 médicos y 14 enfermeras, 20.000 personas. No diré que el hambre y las guerras convencionales debieran de ser incompatibles, pero sí que en esas condiciones Miguel Hernández no hubiera parido un poema como la “Nana a la cebolla” para la historia de la literatura. Hay convenciones sin gas, bélicas, asesinas. No sepas lo que pasa, ni…



viernes, 13 de septiembre de 2013

INJIRIENDO

 EL DIARIO VASCO 13-9-2013
                Ni debería yo injerir en estas cuestiones ni debiera de callar todo el mundo. Es cuestión de respeto, credibilidad, legitimidad y necesaria crítica, pero ni lo uno ni lo otro, procuraré que no se repita. Parecen haber vuelto a la calma las aguas del proyecto de capitalidad europea tras concluir el proceso de selección de sus dos máximos responsables. No dudo de que sea la selección adecuada, pero mucho tendrán que explicarse para que deje de tener la convicción de que nos han mentido, de que nos han mentido descarada y concienzudamente. Un buen resultado final no debe justificar ni atenuar la gravedad de las mentiras a la ciudadanía, de utilizar a ciudadanos como coartada de una competencia que no lo iba a ser, ni de hacerles de mentirosos a profesionales y empresas de comunicación que aparte de discrepar políticamente en este caso no hicieron otra cosa que decir la verdad. No debió de ser así, nadie se hubiera escandalizado si nos hubieran contado la verdad aunque el resultado final sí pudiera ser discutible.
         Contra todo pronóstico llegó lo peor más tarde. Salió a la opinión pública el triunvirato o la trinidad de 2016 afirmando que nunca padeció el proyecto injerencia política alguna y equiparando el eufemismo de la libre concurrencia y un concurso. Que tres personas, capacitadas para la misión que desempeñan y, sin duda, válidas pero con nombramientos estrictamente políticos tengan que ser quienes lo afirmen es un insulto a la inteligencia, ya de por sí mermada, de nosotros, los ciudadanos. Deseo que el 2016 no acabe siendo eso, un insulto.
  



viernes, 6 de septiembre de 2013

TRADICIONALES

EL DIARIO VASCO 6-9-2013

                Creo que lo que quiero decir es que estoy hasta el gorro, pero tampoco se trata de soliviantar al personal porque a uno le aburra el paisaje, y a veces también el paisanaje. Pero, haciendo honor a la verdad proclamo que suelo activar todas mis reservas en cuanto oigo o veo que alguien hace uso de la palabra tradición. La palabra tradición, en sí misma, ni es mejor ni peor que las palabras amor, odio, pan o agua. Ni siquiera la gente que la alude con frecuencia es mala ni buena hasta que no se demuestre lo contrario. Pero muchas veces, muchísimas, el uso que se hace de esa palabra debería ser considerado como algo nocivo y pernicioso.

         Cuando no se tienen argumentos para defender, explicar o razonar lo que se hace se suele invocar a la tradición. La tradición, las tradiciones, se han convertido entre nosotros en un argumento para que los derechos no tengan valor. La tradición es un argumento superior a las personas, a algunas personas, y eso no puede ser. La tradición, si no respeta los derechos y la libertad de las personas y gentes, es una perversión.

         Ante la tradición no nos queda más que cumplir y callar, como los jugadores de la Real Sociedad que esta semana tuvieron que acudir a Santa María, casi los mismos que se rebelaron y plantaron en el tema de la selección por el nombre del país. Son nuestro pabellón en lo más alto del fútbol mundial, gente que no puede decir que representen a una entidad con respeto a las libertades individuales, sometidos a la tradición, al silencio cómplice. Pobres ellos, pobres nosotros, tradicionalmente sometidos.