viernes, 25 de octubre de 2013

AUSENTES

EL DIARIO VASCO 25-10-2013
          Cuando ciertas memorias flaquean huele a insulto. Observo una foto en blanco y negro, es el retrato de la ausencia que dura como tres decenios. Cuatro niñas en una plaza absolutamente vacía. Mudas, displicentes, con esa naturalidad infantil con la que los niños gestionan la curiosidad, miran el serrín esparcido que no consigue ocultar del todo la sangre aun no seca. Una de ellas sostiene en brazos un perro, como apartándolo para que no se meta en eso, que también mira. A la más chica, unos cinco o seis años, se le distrae la mirada. En la desesperada nada, no dejan de ser un destello de esperanza. Plaza escandalosamente vacía, faltan, de entre los ausentes, la persona abatida y el autor de los disparos. Nunca volverá la que dejó sus restos de sangre en la plaza, sí que lo hará, quizás uno de estos días, la mano que empuñando la pistola disparó y remató.


          Los exiliados de las novelas de Kundera vuelven sin excesivos pretextos, más empujados a ello que por iniciativa, al lugar de sus orígenes. Encuentran que allí hablan extraño, con distinta entonación y acento. Les cuesta creer. Sienten que les abruman contando lo que pasó durante su ausencia, que nadie, nadie, se interesa por lo que les pasó a ellos en ese paréntesis, que nadie les oye. Deciden poner distancia a sus orígenes y sumergirse en ese ningún sitio que es el exilio, ya no exilio. Dejan de ser pasado sin presente y se convierten en solo porvenir. El asesino, ausente de la foto, ¿oirá raro? ¿Acabará sintiéndose extraño? ¿En que punto fijará la vuelta?

          ¡A saber lo que fue de aquellas niñas!

viernes, 18 de octubre de 2013

... Y A POBRES

EL DIARIO VASCO 18-10-2013

         Ni recuerdo ya cuando dejamos de ser pobres, cual fue el año, el día, el minuto. Pero de que dejamos de serlo no me cabe duda. Porque este miedo que nos aterra, nuevo y desconocido hasta ahora, no puede ser más que de rico o de acomodado al menos. Me pongo a pensar y maldigo el día. Nunca debimos de salir de pobres, no éramos tan infelices ni menos alegres que ahora. Quizás sea que nunca fuimos pobres de verdad ¿o sí? Desde luego que los había más pobres.

         Hubo guerras, que nunca se debieron entender, aunque tuvieran explicación. La gente andaba entre cadáveres y respiraba entre lisiados y difuntos, no lo vivimos nunca. Nos quisieron convencer de la existencia de otra guerra pero le dieron tregua coincidiendo, dice mi sesudo amigo, con el comienzo de la crisis económica. Podemos concluir que fue una contienda de señoritos pervertidos. Estalló la guerra económica y nuestra pobreza de espíritu (quizás nunca fuimos ricos o acomodados) fluye entre restos de acerías y fábricas de cacharros domésticos que vuelan y se evaporan a la menor corriente de aire.

         Ni santos ni señas. Aquellos que daban sentido a nuestras vidas, hombres endomingados, seguros financieros, a los que idolatramos y dejamos hacer, los que nos miraban con sentimiento despectivo porque nos consideraban, lo éramos, improductivos, se han humillado, temen. El terror se ha adueñado de nosotros. Ya cualquier banco o caja es más pobre que nosotros por lo que nuestra vida empieza a no tener sentido o a tener los sentidos, sobre todo el común, muertos ¿Y si volvemos a ser pobres?


viernes, 11 de octubre de 2013

¿¡FASCISTAS!?

EL DIARIO VASCO 11-10-2013

         Preguntaba y me contestaban como les daba la gana, mi jefe político pedía más. Incapaz de obtener más información ni pruebas del delito me hice con un magnetófono tamaño espía e intenté grabar la reunión. El trasto giraba con un chirrido que se me hacía escandaloso, espantoso. Ante mi temor a que el pitido me delatara opté por descubrir mis cartas y mostrar sin remilgos mi artilugio. Les costó darse cuenta. En cuanto conseguí que el más avispado de ellos se diera cuenta, soltó: “¿Cómo nos vamos a fiar de ti si estás grabando?”. Todos a una desaprobaron mi conducta y encima a alguien, como agravante, se le ocurrió decir que lo estaba haciendo para determinado periódico al que no le tenían querencia alguna. Se armó gorda, propia de la neura de mucha gente de este país que se siente perseguida, agredida y estrangulada por el periódico que voluntariamente compra a diario.

         El anciano con ínfulas de presidente, un independiente sin ejercicio nombrado para deshacer empates, tomó partido y añadió, ante mi ya irreductible asombro, que cómo podía una persona como yo recabar material para un periódico fascista. El tal había vivido un franquismo sin ninguna complicación y se las daba de que iba a ser el primer fusilado del 23F. Tuve que advertirle de que un uso inapropiado e inexacto del término fascista definía a quien lo pronunciaba y a alguno, incluso, lo situaba más cerca que lejos de esa práctica.

         Acabé siendo titular de portada y reclamo publicitario de una publicación de partido que anunciaba que me habían sorprendido grabando vete tu a saber qué.
  



viernes, 4 de octubre de 2013

PALMARÉS

EL DIARIO VASCO 4-10-2013

         Acudí a una película del festival que no entraba en mis planes, cortesía e insistencia obligaban. No la encontré de mérito, ni mucho menos. El mucho trabajo de sus creadores quedaba en nada y el aplauso del público sonaba a la par de mi juicio. ¿Cómo explicárselo al interesado sin acabar con su moral y sin ofender ni cuestionar su aspiración creadora? Afortunada e inesperadamente pasó por allí un crítico que dijo que sí, que la película era "festivalera", y aunque sonara a consolación, con eso todo estaba dicho. El momento difícil estaba superado. De paso, el crítico puso a caldo una película que yo daba por más que buena, intuí razones fuera de lo cinematográfico pero carecía de autoridad para contrarrestarle. Él dijo de otro crítico que era alguien por el medio en que publicaba más que por las críticas que hacía. Quizás tuviera razón.

         Una allegada acudió a otra película que tampoco le gustó. Vino a casa impresionada por alguien que vociferaba en taquilla y que al final de la película se enfrentó al joven actor, niño, de la película que bajaba sonriente y plácido, casi triunfal la escalera del Kursaal, diciéndole a éste que se habría aburrido rodando esa película tanto como él viéndola. Mi allegada pasó la noche compungida recordando los ojos del niño actor, maleducadamente cortado, al borde de la lágrima.

         Los jurados, por un motivo u otro, tuvieron a bien premiar las dos películas. Sentí una vengativa alegría por aquel prepotente y maleducado espectador y que mis criterios y los jurados de un gran festival suelen coincidir sólo ocasionalmente.