De primeras hay gente que se hace visible, más visible que
el resto quiero decir, por su fisonomía, por su indumentaria, por su
gestualidad, por sus maneras, a saber. Las hay que proyectan rechazo, indiferencia,
invisibilidad, y son las causas mil: fealdad, feísmo, normalidad,
discreción, timidez. Otras, son personas que se quedan guardadas en la retina,
grabadas en la memoria, sin más responsabilidad ni culpa por su parte que la de
haberse cruzado con uno que ha centrado su atención en ellas. Son gente guapa,
o bien vestida, o de buenas maneras, les encuentro aires de personaje, me
irradian seguridad, dominio de sí mismas y de las situaciones, facilidad de
acción y de relación, se las intuye burgueses desenvueltos.
La vida sigue acumulando hipótesis
sobre el personaje -chulo, canalla, bondadoso, recto, prepotente, guaperas- y
acumulando años. Entre tanto alguna casualidad hace comprobar que el personaje
grabado en la retina y cargado de atributos es todo lo contrario, bueno el
canalla, beato el revolucionario, malhablado el meapilas y reaccionario el
liberal. Los años, los achaques o los vicios, se los llevan o pierden ese porte
que se me hacía envidiable, se deterioran, desaparecen. Todo muy humano, tanto
como discernir entre una persona inteligente o un, o una, imbécil que finge ser
inteligente.
¿Por qué se habrá tirado desde el piso 33, en incidente no
sospechoso, el vicepresidente de la división de tecnología de la banca
JPMorgan? ¿Porque no todo es dinero en esta vida o porque lo es? No lo se, una
vez humillados somos tan iguales.