sábado, 25 de abril de 2015

ORACIÓN

EL DIARIO VASCO 24-4-2015


         Puede ser todo lo primavera que uno quiera, pero hay temporadas, cada vez más y más largas, en las que el resumen de nuestra vida se reduce a un largo cúmulo de decepciones encadenadas. Europa, en representación de Occidente, es una de mis mayores decepciones. Entre otras razones por una muy simple: en cuanto se tiene que enfrentar a un problema suele desaparecer, evaporarse. Lo diré más claro. Basta que alguna persona africana, que ingiera una menor cantidad de cualquier nutriente básico que la diariamente recomendada por organismos internacionales, evidencie ante ella, con hechos o palabras, sus ganas de vivir, es decir su ganas de seguir vivo, Europa se suele desintegrar y deja de ser. En su lugar es Lampedusa, es España, es Italia, es Melilla… en cualquier caso un templo de mercaderes con una pila incontable de cadáveres amontonados y esparcidos en su patio trasero, cadáveres cuya única aspiración fue la de acompañar a morir o morir acompañado, morir un poco más tarde en cama muelle y algo más blanca, morir despidiéndose, ocupando una tierra que no los repela.

         Embarcaron niños, murieron bestias; embarcaron mujeres, murieron como fauna; embarcaron hombres, murieron sin llegar a ser personas. Surcaron en la misma ruta que siglos antes lo hicieran nuestras ciencias, nuestras economías, nuestras religiones, nuestras manifestaciones culturales. Volverán las tornas y cuando preguntemos a qué hora y qué día sale nuestra chipironera nos lo responderán. Nunca nos responderán, en cambio, el rumbo que surcará. Iremos de polizones, rezo para que esa justicia no caiga sobre nuestros descendientes.

viernes, 17 de abril de 2015

Y EN EL PROGRESO

EL DIARIO VASCO 17-4-2015

            Volaba el dron sin conciencia del alborozo ni del alboroto que provocaba en la chavalería. Nunca había visto uno tan cerca de mí; quizás en algún espacio comercial. Seguí sus trazos aéreos embobado, con placentera curiosidad. Me sorprendía verlo caer en perpendicular, hasta casi tocar suelo, y remontar el vuelo con ímpetu rapaz. En una de sus perpendiculares tocó tierra, por milímetros no cayo en manos de la más vivaracha; un niño, viendo que se alejaba de sus manos, lanzó un balón que resultó definitivo, dron a tierra. Repuesto de la caída volvió a coger altura y sobrevolar, burlón, por encima de quienes allí estábamos. Mi curiosidad pasó a ocuparse también de lo que no era vuelo. Empecé a zozobrar, creo que le vi algo que parecía una cámara. Los niños dijeron que estaba sacando fotos. No quise romper la placidez del ambiente, alguien habló con contundencia. No quise amontonarme con quienes aborrecen sistemáticamente la modernidad y el progreso, pero la zozobra, según seguí pensando, llegó al pánico. Someten nuestra intimidad.
         En Carolina del Sur un teléfono móvil ha filmado a un policía que mataba a tiros a un hombre negro que, corriendo, huía de él. Porque había por allí un móvil, y sangre fría para filmar, se ha conseguido una versión de los hechos probablemente más veraz que la que el agente del orden hubiera proporcionado. Menos mal. Es uno de esos detalles que hace a uno perder el temor al progreso, siempre que en el progreso el ejercicio de toda autoridad se haga con renuncia expresa a la intimidad y expuesto a una filmación continua, aunque los tiempos circulan hoy en dirección contraria


viernes, 10 de abril de 2015

CITA

EL DIARIO VASCO 10-3-2015

            Cuando predominó el couché impreso fue muy común plantear cuestionarios, en plan test de conocimientos, a conocidas personalidades. Nos encontrábamos con ases ciclistas forofos de Proust, goleadores admiradores de Santa Teresa o faranduleros adictos a las Catilinarias. No éramos más infelices, pero no nos la colaban todos. Aquellos personajes, políticos, deportistas, profesionales, solían llevar en el bolsillo, o en la memoria, una serie de respuestas preparadas para que no les pillaran fuera de juego y así poder aparentar aquello que de forma natural o espontánea no podían.
         Los mecanismos humanos siguen siendo los mismos, y las situaciones se reproducen. Hay una diferencia; contamos con más medios para labrarnos una imagen pública y escudarnos exclusivamente en nuestras apariencias A su vez, estas pueden ser fulminantemente destruidas por los mismos medios. El postureo de leer o ser persona leída, de todas formas, dura menos que antaño. A alguna conozco, política de carrera, que leyó la dedicatoria de un libro que cayó en sus manos y la colgó en las redes, cual cita de Confucio, identificándose, para colmo de nivel cultural, con el autor, un general fascista con apodo carnicero. Se vio obligado a reconocer que no lo había leído.
         Este postureo es un mal común y extendido que se soporta con facilidad. La sociedad es indulgente con quienes ni leen ni se cultivan, incluso con quienes lo aparentan y no lo hacen. Pero no debiéramos perdonar una a quienes se creen más inteligentes y actuales por no hacerlo, a quienes nos desprecian pensando que eso se adquiere en cualquier red, eso sí, de pago.


viernes, 3 de abril de 2015

PERORATA

EL DIARIO VASCO 3-4-2015

         De haberlas hasta hartar ya no quedan procesiones entre nosotros. La gente perdió la fe en ellas, ganó en pudor. Cedió terreno la prepotencia, ya no hay hombros ni hombres que carguen nuestros pasos. Quien reza lo hará desde el alma y no desde aquellos callejeos esperpénticos, manifestaciones no autorizadas ¡tanto miserere y tanto lignum crucis! Hoy solo nos acechan sus residuos, los inertes, las desidiosas, las que se resistieron inhumanamente a la contemporaneidad, las de alma con vocación de venta turística, las que llaman cultura evidenciando su profunda incultura, las de páginas y minutos tontos, las que se exhiben ante buscadores de folklore añorante y autenticidades farsantes. Quizás otra gente, mucha gente, se refugiará en el rezo.
         Se pregunta la anónima autora del diario de Una mujer en Berlín al oír un “Dios mío, Dios mío...” entre los sollozos de una mujer, si eso será un rezo. Recuerda como tiempos antes, en otro refugio anterior, cómo en el rezo “… que cargó la pesada cruz por nosotros” palpaba el bien que producía en los ánimos agitados. Piensa que es injusto afirmar que la miseria enseña a orar, tan injusto como decir que enseña a perorar, porque esa persona que solloza apenas será consciente de lo que dice y recurre a fórmulas vacías y las utiliza, sin más, mecánicamente, sin siquiera saber lo que el rezo significa.
         Ella piensa que es un alivio poder rezar de una manera sencilla y sin sentir vergüenza, bajo el tormento inmenso de la desgracia, del miedo, de la necesidad. Pero no puede…, todavía no. Sigue resistiéndose, y las bombas braman.