Los griegos no solían necesitar
rescate por entonces y se implantaba con
vigor su canon en el universo. El dios Orfeo,
precedente mitológico, del domador de circo y, por lo que se ve, también de los
ganaderos o ganaderas vascas de hoy, se dedicaba a la música y a la poesía. Lo
hacía tan bien que conseguía amansar a las fieras. De esta manera ha llegado el
mito hasta nuestros días, dando por hecho que si amansa a las fieras que es lo
que no hará con los humanos. Aunque éstos, dependiendo del género y de quien
nos relate el mito, lo mismo se amasan que se vuelven nerviosos y agresivos.
Nos
contaba el DV de este domingo del bienestar de las vacas de nuestros establos y
los factores imprescindibles para ello. Lo hacía con una entradilla de sexhop:
camas de látex, ventiladores, rascadores, limpieza cada dos horas. Culminaban
las condiciones ideales con algo que siempre nos ha parecido el colmo, para el
completo bienestar es preciso que las vacas tengan música de fondo, clásica,
durante todo el día.
Recuerdo
la evolución de nuestros establos, cuando empezaron a instalarse en ellos
aquellas radios con FM, Radio Popular de Loyola, sus misas, rosarios, discos
dedicados, Urrentxindorrak, Argoitia, Sakabi, con ánimo de dulcificar al
explotador más que el establo. Luego llegó la información, había que estar al
día y remitió la melomanía. Y hoy, la música clásica. Extraño una lista de
géneros más o menos apropiados, de compositores más o menos adecuados, extraño
a gente que nos guíe en los criterios musicales. Me temo lo peor, aquello de
“aburrir a las vacas”. En el fondo, sofisticado, pero ¿no será un castigo?