viernes, 25 de septiembre de 2015

VACAS

EL DIARIO VASCO 25-9-2015

            Los griegos no solían necesitar rescate por entonces  y se implantaba con vigor su canon en el universo. El dios Orfeo, precedente mitológico, del domador de circo y, por lo que se ve, también de los ganaderos o ganaderas vascas de hoy, se dedicaba a la música y a la poesía. Lo hacía tan bien que conseguía amansar a las fieras. De esta manera ha llegado el mito hasta nuestros días, dando por hecho que si amansa a las fieras que es lo que no hará con los humanos. Aunque éstos, dependiendo del género y de quien nos relate el mito, lo mismo se amasan que se vuelven nerviosos y agresivos.
         Nos contaba el DV de este domingo del bienestar de las vacas de nuestros establos y los factores imprescindibles para ello. Lo hacía con una entradilla de sexhop: camas de látex, ventiladores, rascadores, limpieza cada dos horas. Culminaban las condiciones ideales con algo que siempre nos ha parecido el colmo, para el completo bienestar es preciso que las vacas tengan música de fondo, clásica, durante todo el día.
         Recuerdo la evolución de nuestros establos, cuando empezaron a instalarse en ellos aquellas radios con FM, Radio Popular de Loyola, sus misas, rosarios, discos dedicados, Urrentxindorrak, Argoitia, Sakabi, con ánimo de dulcificar al explotador más que el establo. Luego llegó la información, había que estar al día y remitió la melomanía. Y hoy, la música clásica. Extraño una lista de géneros más o menos apropiados, de compositores más o menos adecuados, extraño a gente que nos guíe en los criterios musicales. Me temo lo peor, aquello de “aburrir a las vacas”. En el fondo, sofisticado, pero ¿no será un castigo?

viernes, 18 de septiembre de 2015

¡DONOSTIARRA!

EL DIARIO VASCO 18-9-2015

                Cuanto más cerca estoy de mi propia posteridad menos me importa ésta. Dejaré de molestar y, también, me dejarán en paz. Sinceramente, agradecido como estoy a esta vida, espero y deseo que nadie se ocupe de mí. Es contradictorio con lo que he dicho pero sí que, en momentos no tan lejanos, me invadió cierta inquietud. Esta era una preocupación por aquello de que mis hijos no tuvieran que defenderse de la memoria de su padre, la vida iba por esos derroteros y yo, no diré que a veces involuntariamente, iba reuniendo méritos para ello. Decidí que el futuro no les reprochara que su padre era un asocial de difícil trato y compré, sin otro ánimo que dejarles en herencia, dos acciones de la Real Sociedad y dos del Gipuzkoa Basket, una por cada descendiente. Inversión sin rentabilidad económica pero con efectos positivos en el futuro.
         Más tarde, inmerso en el parto de la trainera donostiarra, me hice con el carnet de socio de ésta que porto con orgullo. En nada, llegaremos a ser la tripulación con más participaciones de los últimos años. Me habían aburrido la prepotencia de los históricos, el discurso moral de los hipócritas antidopajes, esa sensación que irradiaban de haber caído de una leyenda que les hacía intocables, esa tonta pretensión de someter a la capital, a la capital que les dotó de vida e historia. Me he planteado dos objetivos: exigir que la trainera femenina ocupe también plaza de anfitriona y solicitar de la directiva que promueva un manifiesto que firmaríamos muchos, socios y no, afirmando con rotundidad que no pensamos morirnos hasta que Donostiarra gane una bandera de la Concha. ¿Parece?

viernes, 11 de septiembre de 2015

ASÍ, NO

EL DIARIO VASCO 11-9-2015

                Nos es dura la vida a las personas sin cultura. Procuramos tener ideas propias y defenderlas, procuramos, por la cuenta que nos trae, pensar que los demás también las tienen y respetarlas; puro egoísmo. En esa permanente compensación el día a día se nos convierte en una congoja cada vez más aflictiva. No hay empate posible entre las ideas propias, las de uno, y las propias de todos, las que imperan, las que obligan.
         Días de fiesta mayor, suena la música, rústica o castrense, siempre patria, y ya no sabe uno como vestirse, el rústico lo hace de rústico, el cosmopolita de militar, y los que somos gente a saber. No hay quien salga de casa, acabaremos llamando la atención los que vamos de civil rutinario contemporáneo, los que en la historia siempre nos perdemos porque no damos con el guía. Somos un teatro sin subvención.
Los que tienen una cultura, o pertenecen a ella, lo tienen más claro. Olvidan las campañas contra los juguetes bélicos, la pedagógica prohibición que nuestros niños tienen de jugar a guerras, y saltan a la calle uniformados con arma polvorosa, creyéndose historia y cultura, y se apropian del mayor espacio público posible con alboroto y estruendo imposibles, tiran, retiran y disparan. El pasado 31 de agosto, sin ir más lejos, tuve la sensación de sobrevivir a una emboscada a la altura de la Bretxa. Me gustaría dar con fórmula civilizada para pedir que hagan algo en nuestra defensa, que los detengan, que les apliquen el código de la circulación, el de seguridad ciudadana, pero que desarmen a esas paletadas explosivas, sean conmemoraciones del 16, del 13 o del 36, da igual. Así, no.


viernes, 4 de septiembre de 2015

¡AYLAN! ¡AYLAN!

EL DIARIO VASCO 4-9-2015

                El niño vasco del exilio Jon Sobrino rechazó una propuesta educativa privilegiada y más adecuada para su talento, alegando que él trabajaría en altos hornos, como su padre. En su lecho de muerte adolescente un cura católico le procuró confesión y comunión que no aceptó, sólo aceptó la mirada de un crucifijo que le pareció feo. Reclamó la compañía del poeta Luis Cernuda a quien le pidió que le leyera un poema, finalizado el cual  dijo: Ahora, por favor; no se marche, pero me voy a volver hacia la pared para que no me vea morir. Cernuda escribió la elegía del niño vasco muerto, ese ser de un destierro más vasto que la muerte, ese que quizás piense que su vida es materia del olvido.
         Aylan Kurdi, un niño sirio refugiado, ha sido retratado muerto en la orilla del mar, sin compañía de curas ni poetas, una muerte más vasta que el destierro. Su cadáver de tres años ha pisado suelo en playa europea continental. Yace orientado hacia sus raíces, al mar que lo ha traído, como, en la soledad, queriendo oír lo que la profundidad le dice, de espaldas a las puertas que mantenemos cerradas a quienes escapan de la guerra para morir. No mira a sus recuerdos, tres años no da para tenerlos; no pide cuentas por lo que le prometieron, alguien lo vistió limpio y guapo para el viaje.  ¡Esas suelas limpias que repatean en nuestra alma!
Intentamos recordar vivo a quien en vida lo quisimos invisible. Ahora que nadie deja de mirarlo, vemos como caminamos, directos, hacía una muerte en soledad, la más cruel, la que nos hemos ganado, con la única compañía de ese dios que estaba en esa playa y no ha querido enterarse. Un europeo más.