domingo, 27 de marzo de 2016

EN CASA

EL DIARIO VASCO 25-3-2016

         Perdonará el lector las dificultades que encuentre en la lectura de esta columna. Están más que justificadas, la he escrito con una mano, que no deja de tener su mérito. Si antes malescribía y malrazonaba con un brazo marchito ahora lo vengo haciendo más manco que Blas de Lezo que, tullidura a tullidura, alcanzó el grado de almirante siendo ya manco, cojo y tuerto ¡qué juventud!

         En esas iban mis preocupaciones del inicio de semana, en buscar mancos ilustres. Los más ofensivos y agresivos me comparan con Napoleón, que de manco nada, pero la postura, ya se sabe. No me desagrada otro Ramon María, Valle Inclán el pendenciero, que tuvo que arrojar su brazo al león para salvar el resto de su persona. Tirando por lo vernáculo, berez behar Villabonakoa, me sale el manco de Villabona, Villabonako besamotza, imbatible pelotari. Opto por Cervantes, es la mejor explicación de una manquedad: “como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí, o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”. Es que fue así, en casa, practicando bricolaje con destornillador más grande que un bastón.


         La paisana, obligada a no salir de su casa, declaraba desde Bruselas que no tenía que lamentar la pérdida de ningún amigo, y que su marido, que iba en coche, también estaba bien. Decía que sólo les quedaba mirar la televisión y esperar nuevas noticias. Supongo que, en adelante, no tendremos otra triste manera de afrontar lo que nos sobrevenga. Me consta que hay gente que lo arregla todo desde casa mientras ve la televisión. 

viernes, 18 de marzo de 2016

PSV

EL DIARIO VASCO 18-3-2016

         Compartimos moneda, frontera a la universalización de los derechos, y dictados económicos emanados a saber de qué bunker. Nos tiñe la vergüenza de la geografía como única condición ciudadana. Se diría que las únicas que funcionan son la Europa comisionista financiera y -¡cómo no!- la del fútbol. El fútbol funciona y cohesiona, domina y abusa, viola y violenta, veja y ataca a la condición humana.

         Me revolvían la bilis en nuestras calles esos niñatos cerveceros en dirección a nuestro estadio aclamando a nuestro equipo y pisoteando a nuestra ciudad, ciudadanía y toda convención civilizada. Prepotencia insufrible de que quien paga manda a pesar de que paguen con el dinero de todos. Quiero una Europa que alambre estadios, control de alcoholemia y drogas, rigurosa represora de prepotencias, y con formación cívica financiada en exclusiva con los dineros de los clubes de esa salvajada ilegalizable que llamamos futbol y echa por la borda todo valor cívico acumulando tanto desperdicio humano, tanta miseria moral que rebosa en los estadios.


         Veo a forofos holandeses comportarse igual que los vascos, que los españoles, que los forofos universales, en plaza pública. Vejan y humillan a mujeres indigentes, queman billetes de euros ante su mínima y constreñida humanidad, regalan monedas a condición de que se alejen, les gritan que no crucen la frontera, se ríen con obscenidad, malditos y repugnantes. Me parece mayor ese drama que el espectacular que contemplamos de los refugiados sirios. Hoy, todavía, me sale de las tripas proponer un acuerdo de canje para acoger y asilar en suelo europeo a diez mil sirios por cada energúmeno de esos que, en sobriedad, solo saben decir gol.

viernes, 11 de marzo de 2016

PABLO MANUEL

EL DIARIO VASCO 11-3-2016

         Me bautizaron y registraron Ramon Maria. Me costó perdonar a mis padres la fechoría. Josemari, Joanmari, Pedromari... eran nombres de chico ¿pero Ramonmari? Nada había más feminizante que los nombres terminados en "a". Me solían decir que en Segura había otro. Nunca pude con la manía de mi madre de enmendar la plana de los amigos que se atrevían a llamarme Ramon. Un buen día me hice respetar y hoy me llamo Ramon, cuando la pérdida de prejuicios es de tal calibre que ya no me importaría ni llamarme María Ramon. Sigo en guerra con la tilde, también abandonada, que obtusos y puñeteros monolingües me la quieren puesta viva.

         Algo parecido le ocurrió a Patxi López cuando se convirtió en lehendakari. Recuas de idiotas empezaron a nombrarlo, mostrando así su forma de negar ciudadanía a cualquier diferente, como Francisco López, so pretexto de nombre oficial. Aunque ahora se dediquen a otras mendaces habladurías la idiocia de éstos sigue siendo indisimulable. Supongo que Patxi no culpabilizará a sus padres.


         Otra tropelía, un amigo abertzale me comunica el reproche a quienes vienen en llamar por su nombre de pila, Pablo Manuel, a Pablo Iglesias el líder de Podemos. ¿A santo de qué postulado un ciudadano no se puede llamar como el fundador de cualquier partido? ¿Es Pablo Iglesias una marca registrada? Creo que yo, y mucha más gente, tenemos sobrados argumentos de discrepancia política con el susodicho, sin ningún temor a exponerlos donde sea y, desde luego, mayor altura cívica que quienes le niegan el derecho a usar el nombre que quiera, aunque sea sin autorización del comité federal. Pablo se llama ese Iglesias. 

viernes, 4 de marzo de 2016

TODO AQUELLO

EL DIARIO VASCO 4-3-2016


         La viuda e hijos de un agente de la policía autónoma asesinado nos manifestaban el pasado fin de semana lo innecesario e imposible del perdón. Con admirable serenidad acataban los sistemas públicos de reparación. Afirmaban no poder pasar página, sin pretender impedir que otros lo hicieran ni proyectar la más mínima brizna de rencor. Es lo que a mi amigo le solía hacer parecer que la organización liquidaba a víctimas cuyos familiares eran particularmente bondadosos, generosos y emocionalmente equilibrados.

         Ese fin de semana salió de la cárcel, tras haber cumplido, el histórico, -¿quien pone los calificativos?- dirigente de ETA Urrusolo Sistiaga. Ha pedido la disolución del grupo terrorista y prometido seguir trabajando por la convivencia. Hemos seguido su salida sin ninguna exageración mediática, con mirada comprensiva y voluntad solidaria, intentando soportar toda la carga analítica.

         El martes lo pasamos a la sudafricana. Se ponía fin a una decisión judicial probablemente injusta. Arnaldo Otegi elevó su condición ciudadana a un tablado en Logroño y a otro en Elgoibar. Aplaudo su mérito en una hoja de servicios muy negra todavía. Se alegró de que siguiéramos vivos aquellos que, según nosotros mismos, vivíamos acosados. Me amargó una salida que me alegraba.


         He sabido que en la madrugada del martes se cumplían 37 años de que el industrial Luis Abaitua llegara a su casa liberado de su guarida de secuestrado en los montes de Elgoibar. Abaitua falleció hace 24 años. Probablemente diría que me alegraría por el convenio de Michelin, y la vergüenza me impide recordar ese resto que reconstruyo poco a poco. ¿Conseguiré hacerlo a tiempo?