No se qué adjetivo se le ha de
poner a esta primavera para definirla con la máxima exactitud. Cualquiera puede
valer, probablemente, salvo política. Nadie se atreverá a relacionarla con la
política. Sin embargo florecer florece, consulta por aquí, consulta por allá.
Si no fuera porque entre los garantes asoman, risueños, democráticos y
dialogantes, aquellos que vieron e hicieron sufrir a quienes no comulgaron con
sus dogmas. Si no fuera porque a quienes creyeron en la palabra y se pusieron
de pie, les obligaron a arrastrase y a comerse su dignidad de personas. Si no
fuera por... nos debieran dar un poco de
tiempo para verificar que el milagro es verdad, que hoy, por orden de la
superioridad, son abiertos, dialogantes y respetuosos y lo serán en adelante
por convicción ciudadana. Entonces tendríamos oportunidad de decir claro que a
lo mejor es un exceso plantear un nuevo estado con objeto de preservar la
diferencia identitaria de un vasco riojano y de un riojano riojano. Sin embargo
nos retan, y dicen que tomemos la palabra, que nos pronunciemos, o soberanos o
independientes. Buscan nuestra palabra.
Cuenta
el escritor Pedro Ugarte cómo al interesarse por el sueño de su madre, ya
mayor, esta le contesta que ha dormido como un cesto, para envidia de su tía,
mayor todavía que ella. Al señalarle la envidia que producía su bienestar la
señora plantó un dardo en la diana y dijo.
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Pero ella, todavía, encuentra todas las palabras.
Vive
quien encuentra todas las palabras y vive quien persiste en encontrarlas.
Todavía no vivimos.