Y digo que no, que muy amable, muy
agradecido, pero que no me interesa. Por lo general la negativa a secas no
suele surtir efectos y provoca mayor insistencia. Que no, que no conozco los
detalles pero que no me interesa. Entran directamente en crisis la educación y
buenas maneras. Que si insiste y no se despide tendré que cortar y colgar
directamente, sin más. Y hay veces que acabo colgando brutalmente. Me queda
mala conciencia. Quien estaba al otro lado del teléfono se estaba ganando su
pan, en duro oficio, y lo he plantado con un palmo de narices, ¿tengo que
sentirme responsable de una hipotética floja evaluación profesional de quien me hablaba? No es justo, no es justo
para nadie.
Peor es cuando preguntan por alguien de
la familia. Que si está, que si no está. Que si la novia, que si el novio. Que
si en la otra casa. ¡qué no! Que ni se le ocurra llamar, porque no estará, que
si los viernes gimnasia, que el martes pinchopote, que a otra hora, que el chiquiteo
de esta semana. Y voy soltando pormenores de la vida íntima y familiar sin
saber a santo de qué ni a quien ¿para qué tendré que dar explicaciones? Y todo
porque en casa nadie hay en ese momento que tenga entre cero y cien años para
contestar a la encuesta y porque mis padres nos enseñaron a no mentir nunca.
Y el colmo resulta cuando me preguntan
y creo que es por la familia, con lo cual presiento que algo nos ha pasado sin que
yo me entere. A la enésima caigo con que tiene relación con la formación de
gobierno y todas esas derivadas tragicómicas que no consiguen hundir del todo
al país. Oiga, usted que me lee ¿tengo careto de comité federal u órgano
análogo? Faborez!