viernes, 27 de julio de 2018

TAN REAL

EL DIARIO VASCO 27-7-2018

       Francia entera disfruta y alardea de su título de campeón de fútbol. Que si no son galos, pero sí franceses. Que si tampoco son católicos, pero sí islamistas y otras irreverencias. Que si la pequeña y católica Croacia ha caído derrotada ante Francia y África enteras. No han llegado al extremo de hacer estadística del número de jugadores que desconocían la letra de La Marsellesa. Y estos, junto a su seleccionador, un vasco que no lo dice, han dado dignidad a la situación al grito unánime de ¡Viva la República!, relegando al ¡Viva Francia!, más sospechosa de nacionalismo. Es que en días de triunfo hay espacio para todos, incluso para los que para disfrutar de derechos plenos solo les cabe la esperanza de la escalada a la elite deportiva o la trepada a un cuarto piso salvando la vida de una niña a punto de precipitarse.
 
       La nación alemana, en cambio, es el paradigma del derrotado y en la derrota no caben veleidades. Sólo cuatro de sus jugadores contribuyen al carácter multirracial de la selección germana con antecedentes migratorios conocidos. Özil se confiesa víctima de una campaña racista y renuncia a la selección, porque no quiere ser alemán sólo en la victoria. La extrema derecha, para colmo, avanza.

     Aquí, como siempre, a buenos no hay quien nos gane. Salvo que dios disponga otra cosa, la plantilla de la Real acudirá a su misa católica oficial en Santa María. Nos mostrarán a los jugadores, como borregos, como gente sin ideas propias. Las jugadoras no existirán, los no católicos tampoco y no nos cabrá ninguna duda de que no somos ni franceses, ni alemanes… Ni campeones ¿Republicanos? ¡Vamos hombre! ¡Un respeto, a las repúblicas y las personas!

viernes, 20 de julio de 2018

¿INDESCRIPTIBLE?

EL DIARIO VASCO 20-7-2018


En nuestro recuerdo se ve que se ha sufrido, mucho y repartido, desigualmente repartido. Han sufrido los nacionalistas, les va en ello, al sentirse perseguidos y violentados. Han sufrido los no nacionalistas por perseguidos y violentados, y porque muchos entendían que si sufrían era porque no hacían esfuerzos en evitarlo. Los unos pudieron gritar su dolor, los otros se veían obligados a esconderlo. Vivimos y padecimos toda la injusticia de la que es capaz de guardar nuestra memoria, toda la que cupo en ella.
Hoy, con la paz decretada hace bastante, vivimos oficialmente en la convivencia, como cuando llueve o nieva oficialmente, como cuando oficialmente hace buen tiempo. La situación es mejor que cualquiera de las vividas. Nos ha entrado el furor por la verdad, la justicia y la reparación, cosa que, oficialmente, es buena. Nuestras instituciones apoyadas en su, casi siempre, buena intención y múltiples y prestigiosos profesionales de la paz, están desempeñando un papel de notario y levantan acta de aquello que nos sucedió. El resultado es un batiburrillo estadístico que, supuestamente, nos debe de servir como diligencia previa a una resolución de justicia plena.
Me requirieron para participar en una de esas. Me entró la congoja, el miedo a contar, a no saber contar, a revivir y aumentar la incomprensión, y pedí que constara que había retirado mi testimonio. Nunca he sabido explicar ese sentimiento crítico pero respetuoso que me embarga. He hallado la frase justa en una publicación azpeitiana de ese carácter, se la adjudican a María Uria: “resulta muy difícil describir la tristeza”. ¿Si en lugar de tanta acta exigiéramos apoyo e impulso a una veraz descripción de la tristeza?

viernes, 13 de julio de 2018

INTELECTUALES

EL DIARIO VASCO 13-7-2018


Sí que en tiempos los obispos me ilustraron e iluminaron. A la larga me ganó el disenso hasta instalarse en mi pensamiento. Básicamente lo mismo daba un obispo que otro, aunque dijeran cosas contrapuestas. Mis preguntas querían unas respuestas fundadas en la razón y me las proporcionaban fundadas en la revelación y a gala de que provenían de ella. Difícil encuentro.
Somos, estos días, testigos de los obituarios de Jose María Setién. Partidarios, casi todos, y detractores, unos pocos, coinciden en su incapacidad de expresar emoción y en su capacidad de análisis y reflexión, subrayan su bondad, su hambre de justicia y su gélida imparcialidad. No seré yo quien niegue ninguna de sus virtudes, ni todo el bien que su episcopado pudo aportarnos.
Pero me resisto a reconocer a aquel, a mi entender, auspiciador de un diálogo en absoluta desigualdad de condiciones, claramente vejatorio y humillante para muchas personas. Nunca me lo imagino pidiendo perdón, aunque me consta que lo hizo. Me resisto, incluso, a reconocer a un intelectual de talla, si he de obviar su moral sexual, su sensibilidad de género y otras lindezas soterradas entre estruendos bélicos nacionales y sucesores frontistas que hacen que en nuestra memoria parezca incluso feminista.
Me gustaría que esa corriente de opinión que, espero no sea por coincidencias políticas, destaca de él su carácter intelectual, más que el religioso, reprochando la incomprensión de sus críticos, haga un esfuerzo para explicarnos, por ejemplo, por qué son las suyas las únicas obras completas de un guipuzcoano vivo, financiadas por nuestra diputación. A lo mejor siguen con las del prelado actual, otro intelectual de mucha obra ¿O no?

viernes, 6 de julio de 2018

REMATES

EL DIARIO VASCO 6-7-2018

  
Reza uno de los paneles de la exposición del Pop Art americano en la Sala Kubo del Kursaal, en concreto el que se refiere a Keith Haring, que su carrera se truncó cuando le diagnosticaron el sida. Que en consecuencia inició la serie Apocalypse junto al escritor Bouroughs, trabajando con incisiva ironía temas como la familia, la religión y el arte, tratando a esta enfermedad como presagio del fin del mundo. 
En noviembre de 1914 y en Viena, hacía Karl Kraus la lectura pública de su texto titulado En Esta Gran Época. Con ese texto rompió la protección del silencio que le produjo el estallido de la Primera Guerra Mundial. El texto denunciaba la connivencia de la prensa con el delirio bélico. Proclamó que en aquellas circunstancias el ser humano ya no vendría al mundo. Culminó su obra literaria escribiendo Los Últimos Días De La Humanidad, intentando recoger y mostrar el horror de aquella guerra. 
Cada cual tenemos nuestra razón, o razones, para adoptar el tono apocalíptico correspondiente al momento que nos invade y avasalla. Ahí quedan como conciencia y memoria de sucesos infames y episodios inhumanos, pero como augures del futuro no suelen tener excesivo valor. Aquí siguen la humanidad y el mundo en su repugnante no pasa nada. 
También ocurre que la consideración de esas proclamas apocalípticas debe de depender del flujo intelectual que las impulse. Que no son lo mismo los remates de la humanidad citados que el final del mundo que sienten llegar muchos perjudicados por la eliminación de España en el mundial, o la alegría agónica del ¡Viva Rusia! desprovisto de aquel sentimiento comunista o rebelde arrancado de cuajo por una bofetada paterna. Yo, con Kraus y no siempre.