Una
facción del ejército se rebeló contra un gobierno de legitimidad democrática,
provocó una guerra sangrienta e instauraron una dictadura. La dictadura duró
cuarenta años y persiguió y abolió todas las libertades, por ley y con
violencia, sin respeto alguno a los derechos humanos, aquí y en Cabreros del
Monte. Contra la dictadura, y so pretexto de defensa del pueblo vasco, nación y
libertades, surgió una organización armada. Instaurada ya la democracia la
organización, actuó contra esta, asesinando y extorsionando con violencia,
hasta que cejó en sus métodos. El sistema democrático se defendió, pero no siempre
sin caer en la perversión de métodos como la tortura y asesinato.
Si no
se está de acuerdo en esta base mínima para el guion de un relato de eso que
nos ha dado en calificarlo como “algo que nunca debió haber sucedido” no hay
unidad didáctica ni pieza pedagógica que valga. Y me da que es eso, que no
estamos de acuerdo, que nos cuesta reconocer que la violencia a lo que se
enfrentó es a la democracia, a pesar de la obligación ineludible de contar así
la historia.
El
nazismo enterró en su seno más de un sentimiento y pensamiento que en origen no
tenían porque no ser nobles. Eso ni justifica sus crímenes, ni convierte en
indispensables la reparabilidad de sus sufrimientos. No podemos decir que
Hitler no sufriera. Ni siquiera que Stalin no sufriera, y menos que su
sufrimiento, ni las penurias de la clase obrera, justificaran o necesitaran los
crímenes que perpetró.
La
democracia y las causas nobles son indispensables, y los crímenes son crímenes
que no se deben justificar, ni por el texto ni por el contexto.