Les
tengo contado como se me quedó grabada aquella frase del canónigo que para
reprobar una obra habló de literatura de letrina. La primera vez que lo leí lo
entendí de aquella manera. No quiero que piensen que me ha dado por lo
escatológico, pero así lo entendí. Por aquellos tiempos era muy frecuente oír
expresiones como la de que no vale ni para limpiarse el c… con lo que en mi
primera lectura entendí que de aquella obra lo más valioso era el papel y no la
letra, y que el papel era idóneo para desempeñar funciones encomendadas con
todo aquello que tuviera que ver con lo excrementicio y por tanto sustitutivo
del higiénico.
De
entonces aquí he leído bastante en el retrete, incluso he descubierto algún
autor y dispuesto una minibiblioteca que fracasó porque ni la instalación ni el
momento me parecen para una lectura programada. Supongo que muchos de los
lectores han vivido y viven experiencias similares. Y no sé todavía si ese
hábito o manía, depende, es virtud o defecto pero sí que cuando la literatura
de letrina no me ha resultado desagradable no le he encontrado sentido a esa
frase del canónigo.
No le
preguntaré, lector, sobre sus rutinas ni por lo que, en la materia, se lleva en
tiempos modernos, pero casi todo está respondido; el mejor papel para la vida
de las bacterias, periódico o libro, edición de novelas en papel higiénico a
página por recorte, estadísticas sobre lo femenino o masculino del hábito,
libro, folleto, hoja volandera, grado académico de los lectores y hasta
estudios médicos que desaconsejan leer en el water. Es que la cultura…
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