EL DIARIO VASCO 31-08-2012
Sobre la utilidad de recordar la historia no me
cabe la menor duda. Sobre la obligatoriedad de recordarla tengo muy serias
dudas, sobre todo cuando veo que hay gente que la manosea como si fuera la
moviola del futbol y que estaría dispuesta a reeditarla, a costa de todos los
sufrimientos, sangre y lágrimas, cuantas veces fuera necesario hasta salir
airosa en ella.
Hay revisiones y posiciones de memoria que parecen
decirnos que tenemos la posibilidad real de salir victoriosos de irreversibles episodios
y nos piden disposición a participar en esas reediciones. Asiste uno atónito al
despliegue fabulador de los humanos y a la capacidad de calificar de hecho
histórico cualquier frenesí burdo y de dudoso soporte documental.
Lo que más irrita es esa voluntad presentista de quienes quieren que
traguemos como historia la proyección en el pasado de una parte del presente
dibujada y manipulada por cada uno de nosotros a nuestro antojo. Lo digo,
asustado, hoy 31 de agosto, aniversario del saqueo e incendio de San Sebastian
por las tropas angloportuguesas, episodio que, como testigo de los hechos,
contó y versificó en euskara José Vizente Echagaray, funcionario municipal
donostiarra, oriundo de Urrestilla y autor, entre otras de la letra del
Festara!, a quien doy infinitamente más crédito que a historiadores de chicha y
nabo que brotan entre nosotros abundantes, como la mala hierba, al albur de un
cambio político histórico, que lo es, pero que no hace que los sucesos históricos
cambien aunque se cuenten de otra manera y con un eco mediático sin
precedentes.