Reunión
de colegas lingüísticos institucionales y más, un par de cientos o más. Sorprende
la baja cotización de la idea del bilingüismo. Cada mención es una mención
negativa, se le considera, en general, como trampa retórica de los
castellanohablantes monolingües. Preocupa. La sala es grande, oscura, sin luz
natural. Sin luz natural no deberían hacerse estas cosas, las ideas y las
palabras suelen deprimir más. Fuera hace sol, uno de los soles más importantes
de la primavera. Antes de que el desasosiego haga mella salgo a pasear,
jubilados, prejubilados, gentes que se pasean, que saludan, gentes que miran,
que respiran, algunos uno de sus últimos alientos.
Un ocioso más, observo. Dice la placa
“Zapategi kalea – calle Zapategui”. Sonrío y me dirijo a la parada del autobús.
Enfrente escaparates con don de lenguas. Reza la tienda de tejidos, “ehunak
Fernández” con letra vasca, pegadito a “finken administrazioa –Bardaji-
administración de fincas” y seguido por “ziberlokutorioa – AMALUR – madre
tierra”.
Llega el autobús, monto y pregunto en
euskera. La conductora de la mañana lo hablaba de corrido, me responde
habiéndome entendido pero con timidez, paso al castellano. Un pasajero se
equivoca y la conductora, amable, le aconseja bajarse en la siguiente parada y
tomar otro que llegará en nada. Arrancamos y huimos hacia ese carnaval
babilónico que es la realidad. Quien quiso confundirnos sembrando distintas
lenguas cometió una gran equivocación, igual o mayor que la que cometen los que
confían menos en los paisanos que en él o en si mismos.