viernes, 10 de abril de 2015

CITA

EL DIARIO VASCO 10-3-2015

            Cuando predominó el couché impreso fue muy común plantear cuestionarios, en plan test de conocimientos, a conocidas personalidades. Nos encontrábamos con ases ciclistas forofos de Proust, goleadores admiradores de Santa Teresa o faranduleros adictos a las Catilinarias. No éramos más infelices, pero no nos la colaban todos. Aquellos personajes, políticos, deportistas, profesionales, solían llevar en el bolsillo, o en la memoria, una serie de respuestas preparadas para que no les pillaran fuera de juego y así poder aparentar aquello que de forma natural o espontánea no podían.
         Los mecanismos humanos siguen siendo los mismos, y las situaciones se reproducen. Hay una diferencia; contamos con más medios para labrarnos una imagen pública y escudarnos exclusivamente en nuestras apariencias A su vez, estas pueden ser fulminantemente destruidas por los mismos medios. El postureo de leer o ser persona leída, de todas formas, dura menos que antaño. A alguna conozco, política de carrera, que leyó la dedicatoria de un libro que cayó en sus manos y la colgó en las redes, cual cita de Confucio, identificándose, para colmo de nivel cultural, con el autor, un general fascista con apodo carnicero. Se vio obligado a reconocer que no lo había leído.
         Este postureo es un mal común y extendido que se soporta con facilidad. La sociedad es indulgente con quienes ni leen ni se cultivan, incluso con quienes lo aparentan y no lo hacen. Pero no debiéramos perdonar una a quienes se creen más inteligentes y actuales por no hacerlo, a quienes nos desprecian pensando que eso se adquiere en cualquier red, eso sí, de pago.


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