viernes, 3 de abril de 2015

PERORATA

EL DIARIO VASCO 3-4-2015

         De haberlas hasta hartar ya no quedan procesiones entre nosotros. La gente perdió la fe en ellas, ganó en pudor. Cedió terreno la prepotencia, ya no hay hombros ni hombres que carguen nuestros pasos. Quien reza lo hará desde el alma y no desde aquellos callejeos esperpénticos, manifestaciones no autorizadas ¡tanto miserere y tanto lignum crucis! Hoy solo nos acechan sus residuos, los inertes, las desidiosas, las que se resistieron inhumanamente a la contemporaneidad, las de alma con vocación de venta turística, las que llaman cultura evidenciando su profunda incultura, las de páginas y minutos tontos, las que se exhiben ante buscadores de folklore añorante y autenticidades farsantes. Quizás otra gente, mucha gente, se refugiará en el rezo.
         Se pregunta la anónima autora del diario de Una mujer en Berlín al oír un “Dios mío, Dios mío...” entre los sollozos de una mujer, si eso será un rezo. Recuerda como tiempos antes, en otro refugio anterior, cómo en el rezo “… que cargó la pesada cruz por nosotros” palpaba el bien que producía en los ánimos agitados. Piensa que es injusto afirmar que la miseria enseña a orar, tan injusto como decir que enseña a perorar, porque esa persona que solloza apenas será consciente de lo que dice y recurre a fórmulas vacías y las utiliza, sin más, mecánicamente, sin siquiera saber lo que el rezo significa.
         Ella piensa que es un alivio poder rezar de una manera sencilla y sin sentir vergüenza, bajo el tormento inmenso de la desgracia, del miedo, de la necesidad. Pero no puede…, todavía no. Sigue resistiéndose, y las bombas braman.


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