De chaval
también fui socio del Lagun Onak de Azpeitia. Durante el partido no hacíamos
más que molestar y picarle al defensa derecho, trompeta de la banda y recién
difunto. Acabó perdonándonos y tratándonos con cariño. Sí que añoro su música.
En nuestras infantiles presencias en Garmendipe el ritual de final de partido
era el de acercarnos a los ventanucos del vestuario, entonces caseta, e
intentar ver a los admirados jugadores duchándose en
pelota picada mientras bramaban y berreaban como becerros en celo. Intuíamos
que los cuerpos desnudos portaban algo que todavía no estaba al alcance de
nuestro buen entender. Quizás alguien nos reprimía por este hecho, pero sin que
la reprimenda fuera excesivamente seria.
Ha sido noticia, bastante comentada, el
que alguien, se intuye que más tecnológico que aquellos chavales, ha practicado
agujeros en los vestuarios de ese estadio. Las prisas en las reacciones
obligaron a pensar que las perforaciones, antiquísima práctica, se han
realizado en los vestuarios femeninos, cuando al parecer esos vestuarios son
utilizados por todos los sexos. Instituciones, asociaciones, colectivos… han
exhibido su indignación e inflexible corrección política con comunicados,
posicionamientos públicos y solidaridad con las jugadoras.
Desconozco el mecanismo que nos impide
formular la hipótesis de que el perforador fuera un ser masculino con
intenciones de violentar e invadir otros cuerpos masculinos y el nivel de
escándalo que ésta hubiera acarreado en una sociedad que se tiene cada vez por
menos machista o que es, de pura correcta, de moral cada vez más asexuada.
Mírenselo bien. Observen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario