Asombra la logística que se necesita
desplegar para el correcto cuidado de un bebé, la logística de los pudientes y
la logística de garantía de mínimos, la pública, nunca suficiente. Nos asombra
tanto que a veces, en días intensos, nos preguntamos cómo es que se las
arreglaban nuestros antepasados, siendo infinitamente mayor el número de
criaturas a las que tenían que atender. Entre tontería y tontería sobre la
menor atención y el menor cuidado de la vida infantil, tras horas de debate, se
nos suele hacer la luz y damos con la respuesta: se encargaba de la tarea la
mujer, madre, abuela, tía, hermana, pero la mujer en exclusiva. A casi ninguna
de ellas le asistía el derecho a trabajar por un salario.
Ocurrió hasta nuestros días. Nunca
olvido aquellas discusiones plenarias de mi ayuntamiento en el que la mayoría
de los concejales, haciéndose eco de pensamientos nada minoritarios, desdeñaban
la idea de guarderías públicas con el argumento de que las arcas públicas no
estaban para favorecer el modus vivendi privilegiado de matrimonios con dos
empleos. Aquellos plenos olían a tamborrada de machos. Hoy, es imposible la
atención a los niños sin conciliación familiar ni infraestructura pública.
Quienes procedemos de aquellas
vivencias, quitando lo que de exhibicionismo y de demagogia pueda tener,
debiéramos entender y justificar, salvo el posado de la criatura en brazos del
profeta, el gesto de la diputada que presentó en sociedad a su hijo en un pleno
parlamentario; y recordar a Maite Pagazaurtundua que hace como veinte años
amamantó a su hijo en una dependencia de la cámara vasca. También se dijeron
cosas, como no era de los de ellos…
Es que 'ellos' nunca lo harían, Ramón. Tienen otras 'alternativas'. Y me ha encantado de lo 'olían a tamborrada de machos'.
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