Pensando en escribir sobre la pésima
impresión que me produce la dirección que lleva el mundo, estaba sumido en el
más hondo y oscuro de los pesares. Se me extravió la cartera. el artículo
seguía en las mismas y mi prioridad era otra, mi cartera. Me di cuenta de que
si no la encontraba mi serenidad de juicio para pronunciarme con nitidez sobre
cualquier problemática de la humanidad estaba seriamente afectada. No había cuestión
que planteara sin que se interpusiera la dichosa cartera. La encontré, recobré
la serenidad y he vuelto a pensar sobre el mundo.
Lo veo en dirección equivocada, a peor,
ahondando injusticias, promoviendo desigualdad, matando de frio, de hambre, de
insalubridad, autoagrediéndose impotente, sumiso. A su vez, observo lo que me
rodea y todo desborda solidaridad. Los bancos son patronos benefactores de
ONGs, las compañías de energías destinan nuestros descuentos promocionales a la
filantropía, los hiper dan de comer a medio mundo con nuestros cupones, las
iglesias recaudan, de puerta a en puerta hay un pintxopote solidario, un vino
de misericordia, una chistorra de generosidad, un evento popular y advocativo.
Nunca hemos tenido tanta oportunidad de ayudar y las tragedias gritan, cada vez
más fuerte.
Sigo pensando y separo caridad, dar de lo que no te es
imprescindible, y solidaridad, compartir lo que te es necesario. Ante una
puerta, una de muchas, me asalta el temor de que alguien, conocido y de mi
edad, me intercepte y reproche que no hago nada, por ejemplo, por los sirios.
Es la puerta de una sociedad que celebra una comida que recauda fondos para los
refugiados; patatas y pollo, nada… por ayudar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario