Pescatera,
arriero, carbonero, son oficios que en nuestra tradición hemos
ligado a personas de no muy buen hablar... bocas negras, lenguas
viperinas, expresiones insolentes. Es la única justificación que
encuentro para entender cómo un académico de la lengua como Félix
de Azua haya podido afirmar públicamente que la alcaldesa de
Barcelona debiera estar sirviendo en un puesto de pescado.
Por
segunda vez en estas líneas tengo que reconvenir a un escritor que
admiro. Recomendar a cualquier persona una profesión que no ejerce
porque en la suya no es competente, es un desdoro para esa profesión,
en este caso para las personas que sirven en un puesto de pescado.
Cualquiera puede ser un incompetente en todo.
Me
suele doler mucho, y sufro, cuando gente que respeto mete el zanco
tan escandalosamente y no rectifica. La arrogancia es lo más
insufrible, y si va aderezada con pedantería uno pierde la fe, se le
van despoblando todos sus pedestales.
Ya
en el siglo XVI a Montaigne le molestaba que se erosionara la
honorabilidad de los maestros porque en las comedias viera a pedantes
haciendo de bufón. Trataba de justificarlo por el desacuerdo entre
el vulgo y las personas singulares y sobresalientes en juicio y en
saber. No entendía que los hombres más refinados fueran
aquellos que más desprecio les profesaban. Descubrió con la edad
que los más grandes doctos no son los más grandes sabios. La
zafiedad pedante es pecado más propio de un, así considerado, digno
columnista que de un aceptable literato. ¡No!
earra, hi!
ResponderEliminarearra, hi!
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