viernes, 1 de abril de 2016

DOCTOR

EL DIARIO VASCO 1-4-2016


         Le ataca la melancolía y lo pasa mal. Es un convencido de la bondad de lo público. Si por él fuera privaría de libertad a esos jaleadores de la excelencia de lo privado, gente necesitada de desigualdad para ser. Está en mala edad, en esa edad en que la gente, por sí misma o por sus allegados, empieza a ser asidua de los servicios médicos y de salud, y de otros que mejor no nombrar. En los últimos dos años ha sido un habitual de Osakidetza. Para él, la nación vasca debería representarse mediante Osakidetza o el sistema público de educación, más que por ikurriñas, lauburus y demás aderezos. Servicios de urgencias, enfermería, hospitalizaciones… admite la posibilidad del error, pero le soliviantan las críticas, le parecen gratuitas, ganas.

         En la antesala del especialista observó la cola de pacientes, personas mayores, movilidad condicionada, gente propicia a perderse, a sentirse derrotada ante la informática, enfermera puntualmente dispuesta. Vio llegar, con retraso, al médico. Los pacientes entraron y salieron en un tiempo desproporcionado a su limitada movilidad. Le tocó entrar a él, saludó y, tras breve espera, se sentó, sin invitación, en la silla frente al facultativo. Este le preguntó, imperativo cual antiguo comisario de policía, cómo se llamaba. Miró al ordenador y le prescribió las pautas a seguir. Estaba ya fuera antes de la hora marcada para la entrada.

Tambaleó su mito, Osakidetza, y le volvió esa melancolía sin tratamiento. Pensó que algunas no serán obligaciones médicas de convenio colectivo o profesional, pero él está convencido de que, sin ser gravoso para las arcas públicas, el saludo de un médico, cura, y la amabilidad… hasta puede resucitar, doctor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario