Aunque no nos queramos dar cuenta de ello,
convivimos y competimos con muchísima gente dotada de unas capacidades dignas
de admiración. Son gente, tenaz, constante, modélica. Pongo un ejemplo: mi compañero
de columna Iñaki Berrio. Nos ha anunciado que a base de fuerza de voluntad y
capacidad de sacrificio, sin ayudas, ha conseguido pasar veinticinco años sin
probar las angulas, un vicio del tiempo de la peseta. Es sencillamente
admirable; aplausos sin fin para el colega. Por hechos y personas de bastante
menor mérito nos hemos solido romper las manos. Nos gustaría acudir a la
conmemoración de ese XXV Aniversario Sin Angulas, pedimos un acto abierto,
aunque haya que pagar.
Me ha hecho recordar aquella cena de concejales con
ciudadanos reconocidos con medalla, también entonces se reconocía a un cura, en
la que como era habitual estaban las angulas ausentes. Uno de los concejales,
buscando la adhesión y aplauso del cura, sin haber reparado antes lo que a este
le agradaba la buena mesa, proclamó, tan solemne como ridículamente, que su
ética y moral católica no le permitían comer angulas. El cura tiró de doctrina
y le espetó: ¡Hombre, también son criaturas de Dios!
Por no
ser menos también he tenido mi personal conmemoración, diez años sin una
miserable calada de tabaco, recayendo solo mientras sueño. Cuatrocientos mil
cigarrillos que he dejado de encender, uno tras otro forman una cadena que va
desde el Boulevard hasta San Juan de Luz. Solo ante la historia, ¡y que
historia! Decía Ana Belén que hoy, en comparación con nuestros tiempos, para
transgredir basta con salir fumando en una entrevista de televisión. Las ganas
de pedir una oportunidad para transgredir… ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario