viernes, 18 de mayo de 2018

RAZONES

EL DIARIO VASCO 18-5-2018


Opinar en tribuna pública tiene sus aquellos. Son espacios de libertad que a la mínima te comprometen. Hay días resultones y la gente es grata, y días en los que agradar es imposible y gente, no menos grata, que te lo hace saber. Luego, parece mentira, el pudor de uno en las torpes respuestas. Mil perdones.

En una reciente tertulia de radio me sumé a la ola de entusiasmo y parabienes al hilo del partido de fútbol de las mujeres de la Real en Anoeta. Contrario a mis costumbres ni fui minoritario ni, mucho menos, original. Era la ocasión para no sentirme raro y mostrar el orgullo de pertenecer. Es que me enterneció el anuncio de aquel partido, tuve ganas de ir y aplaudir. Valoraba la ocasión de feminizar un mundo tan embrutecido y desculturizado como el futbol. Me pareció un respiro para la sensibilidad.

Resultó que no. Me crucé con el otro oyente, el crítico, y menuda bronca me cayó. Que a ver qué puñetas pintaba yo celebrando con una candidez sin precedentes un gesto que no hacía más que contribuir a ese intento de ponerle cara humana a esa moderna brutalidad ciudadana y basura moral contemporánea que es el futbol. Que lo que me correspondía era criticarlo, desempeñar mi papel de aguafiestas.

Empecé a indagar en mis motivos de arrepentimiento. No los definía, pero los sentía, no los podía enumerar, pero ahí estaban. Me dolía incluirme en esas turbas capaces de paralizar la historia, aunque sólo sea un minuto, o hacerla retroceder en cualquier momento decisivo de la humanidad con tal de que el penalti fuera definitivo para el buen resultado de su equipo. Y, es que, más importante que el futbol son los derechos de la mujer ¿Faltaban razones?

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