Tras
cuarenta años de persistencia del impulso político violento que
causó más muertes que los accidentes laborales o de tráfico, o
más, incluso que los bombardeos de Gernika y Durango durante la
guerra civil, el tiempo que se tarda en desplazarse de San Sebastián
a Cambó les Bains en transporte público no es muy superior al que
se emplea yendo en bicicleta a quince a la hora.
Preguntarán
las generaciones futuras que qué pasó y habrá silencios y
respuestas de todo tipo. No mentirá quien les diga que era el
aniversario de boda de sus bisabuelos que, por niños, no
participaron en la guerra. Tampoco mentirán los abuelos que les
digan que proclamaron su noviazgo por Santa Cruz, en las fiestas de
Legazpia. Que el abuelo, en momentos de despecho, amenazaba con
enrolarse en la organización. Sólo les mentirán los mentirosos y,
quizás también, los que callen.
Muchos
podrán decir que estuvieron allí, sí, allí, echando una mano
¡Cuánta gente buena! Gente que nunca quiso molestar, gente que no
gusta observar el dolor de la fiera. Nauseas. ¡Pero algo habrá que
decir! ¿Qué se consiguió? ¿A ver si matábamos? ¿por qué
matábamos? Pobre del que calle.
Los
operarios encargados de desmontar el tinglado podrán hablar de la
resaca post fasto. Que, desempleados, les llamaban esporádicamente
para trabajos similares. Que se ganaba poco, que la vida no hacía
más que apretar, que todo era precario, hasta la dignidad de las
personas. Que nunca faltaron señoritos a su vista, que él no lo
puede asegurar pero que sí, que cree que se mató… Y habrá que
seguir cantando nanas a los nietos. A no olvidar la nana de las
ausencias.
Eskerrik asko! Ramon. A ves cuándo conseguimos que las nanas se impongan a las náuseas. Algunos parecen empeñados en ponérnoslo difícil.
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