La
irrupción mediática de la ultraderecha me aterra. Me aterra más que la propia
irrupción política, pues esta ahí estaba y juraría que salvo que se la cebe y
se la alimente, no guarda proporción alguna con los centímetros de tinta y
metros de imágenes que ha acaparado. Ahi están. Ahí están y no les aplaudamos,
ahí están y no dejemos de observarles, ahí están pero no les hagamos creer que
nos despierten interés alguno. Consideremos el peligro mortal de una fiera y no
el riesgo espectacular de un animal de circo.
La
insolidaridad de un mundo sin impuestos, la tábula rasa de una educación
desconsiderada con lo singular, la libertad sexual del más fuerte, la justicia
social para los pudientes, la supresión de la libertad religiosa, una libertad
de circulación equiparable al tráfico de esclavos, no aborto, no divorcio, no
ayudas, no inmigrantes, no becas, no autonomías, no a la modernidad, no a la
razón, no a la política. Aterra.
También aterran, y mucho, quienes
piensan en ello como fenómeno exclusivo español, por tanto no vasco, y son, en
su obstinación nacional, incapaces de ver la dimensión europea y mundial de esa
ola que se nos agiganta día a día, EEUU, Italia, estados europeos varios, la
inminencia brasileña.
Quiero secundar el llamado de
Manuel Castells que considera que somos miles de personas en el mundo con la
suficiente autoridad moral para exigir que en Brasil no se vote a quien ha
podido decir a una diputada que “no merece ser violada por él”, que el problema
de la dictadura no fuera la tortura sino que no matara en lugar de torturar.
Tenemos que decir que no al racismo, a la xenofobia, a la misoginia y al
sexismo, aunque no sean españolas, aunque haya vascos de por medio. Otra
mirada, por favor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario