viernes, 2 de marzo de 2012

A VUELTAS

            Le preguntaron sobre el premio de 3.000 pesetas que correspondió a Dalmacio Langarica por correr y ganar la Vuelta a España. Deabru contestó que él dio esa vuelta en la guerra y que cuando la acabó le metieron en la cárcel. Deabru era comunista, afiliado del partido comunista quiero decir. La anécdota no es nada banal aquí donde conviven, en ejemplar armonía, empresas futbolísticas de grandiosas economías y astronómicos pufos al erario público y a la seguridad social, con forofos e hinchas de todo pelaje que asisten impasibles al espectáculo del recorte a tumba abierta en dirección al raquitismo asistencial y social. ¡Qué goleada!

         Por políticas lingüísticas se han venido financiando, como un viva cartagena más, fútboles, ciclismos y demás. La situación, que no el espíritu crítico, ha forzado a la razón y empiezan a llamarnos a rebato los beneficiarios. Parece que los 200.000 euros que el Gobierno Vasco dispone para la Vuelta al País Vasco no son suficientes para asegurar tan extraordinaria y querida competición.

         El pelotón de indignados por esta causa rueda a tuerca. Viajan en él sprinters, grimpeurs, routiers, arribistas, gente justa, cuerdos, politiqueros, demagogos a tutiplén, afectados graves y leves, y más gente. A la cabeza, empiezan a asomar los maillots de los ceporros que hablan de “vender Euskadi” (en todas su acepciones) y de los mequetrefes que se acuerdan de las disciplinas artísticas y culturales sólo cuando de agraviar o de pisotearlas se trata. ¿Serán la Oreja de Van Gogh o la Orquesta de Euskadi, por ejemplo, un valor menor que la mejor vuelta ciclista?

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