EL DIARIO VASCO 12-10-2012
Hay agitación en Cataluña. En el resto de España se la
percibe como un terremoto. El sismógrafo no para y acentúa los gráficos. En el
País Vasco, foco continuo de tumultos y sismos de ese tenor, obligados por prescripción
electoral a decir la verdad, u ocultarla, apenas se siente. El cansancio, la
angustia, la vorágine, puede que nos vuelvan un tanto insensibles.
Quiero entender lo de Cataluña sin tener que vérmelas con un
amontonamiento de indocumentados que me den una razón, pues no quiero una razón
única, quiero varias. Los que contemplan
una única hacen exhibición de su legítimo deseo y de las ganas de ignorar la
realidad, es lo que les pierde. Algo parecido les sucede a aquellos catalanes
amigos míos, buenos amigos míos y del País Vasco, que tienen una facilidad
extraordinaria de entender de lo nuestro y en consecuencia de instruirnos con
el manual de una digna salida. Siempre me he preguntado qué sería de nuestros
cordiales lazos si es que Aragón no estuviera entre medio para que estos sean
bien largos. Me asusta tener que responder en público y me dan envidia, solo a
veces, quienes no padecen ese temor.
Ha
sido estos días y en sede universitaria. Una eminencia catalana participaba en
un debate, no muy fogoso pero sí de tono ascendente. Alguien jaleó
exigentemente y en euskera a un asistente vip. La eminencia catalana se
interpuso y manifestó no entender euskera ni lo que se había dicho pero que le
parecía que… No tuvo turno el vip y yo me encontré con una prueba palpable de
mi tesis. A pesar de mis amigos, todavía amigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario