Anteayer
salíamos de cuentas en la espera de ser ascendientes de una prole ya de tercera
generación. Nuestra sangre se ha mezclado con sangre de otro continente y otras
lenguas, va a dar a luz a la que en adelante será objeto máximo de nuestros
afectos y cariños, a la que, verás como sí, será el ser que más nos quiera en
el mundo. Hacemos abstracción del panorama de la generación de los nuevos
padres, nuestros hijos, de la generación de una precariedad inaudita. Juramos
ser felices a pesar de los pesares y algún día la felicidad, y no otra cosa,
nos invadirá e inundará. Nos la hemos ganado.
Entre tanto llueve, llueve sin parar y hace daño, a los rumanos del campamento de Astigarraga más que a nadie. Dios avisa primero a los débiles, empieza por lo más fácil, ¡que tío!. El polideportivo lleno, sin deportes insolidarios no hay aplausos. En contra de lo que se dice es la primera vez que los rumanos juegan de local, “Rumania 1, Visitante 0” debería de decir el electrónico.
Entre tanto llueve, llueve sin parar y hace daño, a los rumanos del campamento de Astigarraga más que a nadie. Dios avisa primero a los débiles, empieza por lo más fácil, ¡que tío!. El polideportivo lleno, sin deportes insolidarios no hay aplausos. En contra de lo que se dice es la primera vez que los rumanos juegan de local, “Rumania 1, Visitante 0” debería de decir el electrónico.
Para no ser menos se nos ha caído el caserío encima, con
cuñados y todo. La bebé de tres meses ha salido sin zapatos. La tierra ha
tragado los discos más queridos, las flores de las ocasiones familiares, todos
los pagos a los sudores de la vida, todos los recuerdos que una vez
inventariados solo pervivirán en la mente y en las palabras. Hay quien piensa
que lo único que nos diferencia de los rumanos es la oficialidad europea de la
lengua, esa que no tenemos. Hoy empieza el futuro que deseamos trazarnos sin
que ningún dios ni mala ley nos lo imponga con sus designios. Vamos.
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