domingo, 25 de agosto de 2013

LIHN

EL DIARIO VASCO 23-8-2013

                Una novelita de P. Claudel que desparrama ternura, diría que en exceso, se titula La nieta del señor Lihn. El protagonista, con el mar de por medio, huye de la aldea desolada por la guerra hasta una ciudad en la que desconoce todo y de cuyas dimensiones y vida desconocida le malprotegen los servicios asistenciales. Ni habla, ni entiende, justo camina y se sienta con una inseparable criatura en brazos. En la antípoda de su habitat, un viejo viudo fuma y habla en el banco donde vienen a sentarse. Un buen día el señor Lihn pronuncia un buenos días que en adelante, dicho con cualquier motivo, se convierte en la expresión talismán de todos sus afectos, cortesías y gratitudes. Dos palabras y lo dice todo.

         Tendemos a ser bastante crueles con gente de pocos recursos en el idioma en que queremos que se nos dirijan. Obviar todos los obstáculos que la voluntad del señor Lihn ha superado para poder dirigir un “buenos días” a alguien raya la crueldad, pero ocurre a menudo. Bien lo sabemos en la España de los cuatro idiomas de Aresti.


         Hablaba Alex Grijelmo en su último artículo de cómo los periodistas futboleros maltrataban los idiomas autonómicos al pronunciar, mal, claro, nombres como Xabi, Xavi o Javi, que lo son. Proponía que los hablantes peninsulares se debieran obligar, vía escolar o a sí mismos, a conocer mínimamente rudimentos de los idiomas autonómicos como contar hasta diez,  saludos de cortesía, frases de felicitación o palabras usuales. Y vuelvo al señor Lihn de la novela, ¡lo que no hubiera expresado con esos rudimentos y un poquito de respeto!.

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