Mrozék
trasladó para allá la mesa y puso la cama en medio de la habitación, le pareció
inconformista. Al poco, la novedad dejó de serlo y sucedió que no podía dormir
de cara a la pared, su posición preferida. Hizo un cambio radical, puso el
armario en medio de la habitación, un resultado vanguardista del cual también
se aburrió. Harto de inconformismo y vanguardia optó por la revolución, empezó
a dormir en el armario. Problemas de resistencia le obligaron a salir y se
metió en la cama donde durmió, de seguido, tres días y tres noches. Volvió a
colocar todo en su disposición inicial.
Me da que
lo nuestro es como lo de la habitación de Mzorék. Quito y pongo peajes, los
propongo y los retiro, unos sí y otros medio no. Comíamos pescado los viernes,
vigilia, y ahora lo hacemos los miércoles, puerta a puerta. Lo que se hacía
bien se hace ahora de asco, lo que se hacía peor imposible ahora lo hacen
excelente. Hay toros con referéndum, referéndum sin toros, ni toros ni referéndum.
La bienaventuranza de los perseguidos por la justicia es la única que nos
recuerdan y caminan hacia la iglesia
pero no a los oficios, Nada importante aunque les pueda parecer una revolución.
El patrón ahí sigue, no lo destituyen, ni por cojo ni por castellano, puede que
al final del período caiga algún manifiesto reprobatorio de su castellanidad,
pero nada. Únicamente tratan de fingir, al igual que aquella novia, que no
tienen orgasmo.
Mrozek
continuó durmiendo tranquilo y cuando el aburrimiento le consumía lo combatía
recordando los tiempos en que fue revolucionario.
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