viernes, 8 de noviembre de 2013

DE AQUÍ

EL DIARIO VASCO 8-11-2013

         No era ni guapa ni fea, no tenía color. Me la crucé durante mucho tiempo supongo que camino del trabajo, al servicio de alguna casa o negocio. Podía haberla supuesto camino de algún gimnasio o balneario, ¿por qué no? Me dijeron que no era de aquí. Quiere decir que no nacida aquí, por mucho que lleve años sudando y sufriendo aquí y seguro que más que la mayoría de los de aquí. ¡Jo, con esa gente que clasifica a los otros como de aquí y no de aquí!

         Dejé de cruzármela. Un día la avisté en una calle mirando un escaparate, de ropa, de calzado, de complementos, de deportes, no sé exactamente de qué. La supuse imaginando como le quedaban y lo que haría, calculando sus ahorros, pensando cuando le llegaría, la imaginé resignada. Me vino la palabra abuso. Echó a andar y pasó por encima de cientos de octavillas y volanderas desparramadas en la acera por los trabajadores despedidos de una empresa regulada y la tristeza me ganaba el pulso. Un café con leche, un móvil, un abrigo, unas medias, un bollo de pan, chocolate de marca blanca, un huevo, un techo no exclusivo, un minuto de tristeza.

         Al cabo la volví a ver con cierta frecuencia, acompañando a un anciano que lo mismo le sonreía que le dirigía frases despóticas. Calló el anciano y ella lo acompañaba en el paseo empujando una silla de ruedas. La volví a suponer frente a un escaparate imaginando como le quedaría a su prole. Incluso la imaginé a ella, sentada e incapaz, en su carro de ruedas y no tuve la triste seguridad de que alcanzara a tener derecho a ello ni a tener quien la empujara. No siendo de aquí...



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