viernes, 21 de febrero de 2014

TRÁFICO

EL DIARIO VASCO 21-2-2014

         Pensaba yo, sin ánimo decisorio, que el último vestigio de parentesco que nos quedaba con los sefardíes era el filológico. Alguna razón mayor debe de haber, y de extraordinario peso, para cuando, tras más de quinientos años de expulsar de España a sus antepasados, han decidido reconocerles y concederles la nacionalidad, algo, hoy, de tan preciado valor. Es para mi un misterio insondable, tan misterio como, a cuenta del evento, las viñetas publicadas por los periódicos israelíes en las que se ven ante la embajada española colas de gente, de sefarditas, haciendo turno para cumplimentar el trámite pertrechados de banderas e iconos del Barça y algún elemento privativamente catalán. Se me resbala una sonrisa de Mas.
         Esa misma sonrisa se me hiela cuando caigo en la cuenta de que para las malas ideas no hay fronteras ni nacionalidad exclusiva y estas imperan con cada vez mayor descaro.  El referéndum suizo impone cuotas a la inmigración laboral.

         Me estruja el ánimo y se me quiebra el alma cuando contemplo cuerpos  humanos muertos justo en las rayas de la fronteras por el único motivo de pretender cruzarlas. Oigo y no entiendo, no entiendo y oigo, en las cámaras que nos representan a los ciudadanos, cómo preguntar, solo preguntar, por esos cadáveres, esos congéneres, es estar con Bildu en Navarra y arremeter contra la Guardia Civil en España. Y la sangre me hierve y me hierve la sangre. ¿quien tiene autorización para jugar con nuestra vida? ¿quien para traficar con nuestras muertes? Y nos lo hacen, los suyos, los tuyos, los míos... nosotros.

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