viernes, 21 de noviembre de 2014

XIXILIS

EL DIARIO VASCO 21-11-2014

         Santa Cecilia era el día en el que el coro de Urrestilla, mi coro, celebraba su día, Santa Zezilia eguna, sin variantes ruralizantes ni fonetismos rústicos sibilantes y xuxurrantes. El coro cenaba  y cantaba. Ya en el camino de la cultura, religiosa en exceso, supimos de la oficialidad del patronazgo de la dama Cecilia sobre todo lo que fuere música o tuviera relación con ella en el mundo. Tenía su importancia aunque no llegara a casta en el santoral, pues, aunque compartido tenía himno. El himno que en marzo cantábamos a San José servía para, en noviembre, cambiándole la letra, cantar a la virginal Cecilia, patrona celestial del hombre que en la tierra ansía a dios cantar. Renuncio a relatar su biografía por temor a incurrir en procacidad indocumentada.
         Un litigio neurológico me da a conocer a la diosa Siringa (jeringa, tubo, flauta), diosa pretendida y perseguida por el desagradable fauno Pan, hijo de Hermes y una cabra, hasta el punto que Ladón, un rio dios, la tuvo que convertir en junco para protegerla de éste. El agradable sonido que ese junco, Siringa, produjo al soplo del aire impulsó a Pan a cortarlo y fabricarse un flauta, que tocó durante el resto de su vida hasta creerse el dios de la música.
         Y así va descubriendo uno las miles de expresiones de la malicia y del candor humanos, dispersados por infinidad de mitologías, hasta cerrar el círculo con el sorprendente Xixili eguna que rezan nuestros titulares arrancándome jirones de identidad, y confundiéndose con ropa íntima femenina, cada vez que lo hacen. Yo, solo quería felicitar de víspera a cantores, músicos y similares en su día.

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