viernes, 19 de diciembre de 2014

SUPER BELEN

EL DIARIO VASCO 19-12-2014

         Cuesta avanzar. Personas indigentes piden. Aun sin acceder, correspondo, al menos con un saludo. Personas se soliviantan porque les piden. Aquella, crecida ante la mendiga, me asaltó exaltada haciendo gestos de que no había derecho y diciéndome acusadoramente “dígales a sus amigos del ayuntamiento”. Los hay para todo, he dejado de frecuentar más de un establecimiento por barruntar en sus propietarios comportamientos de evidente repugnancia a la gente pobre.
         Procuro evitar, también, otros lugares. Evito espacios con algún problema público pendiente de solución, siempre pululan por ellos personas que entienden que sigo en cometidos públicos y a la menor exigen responsabilidades o piden que “hagas algo”. Mis obligaciones personales impiden que evite, algo que deseo vivamente, circular por las proximidades de la Plaza de Gipuzkoa en épocas navideñas, convencido de que cualquier paso mío por el belén provoca. La gente refunfuña a volumen sobre los charcos y el mal estado del suelo, mira de soslayo y hace la inevitable mención a la falta de vigilancia de la ciudad y a la gamberrada.
         Tener que dar explicaciones porque no soy ni San José, ni Herodes, ni Izagirre, con todo, es menos desagradable que contemplar esos carteles del supermercado interpuestos entre la fauna de figuras del belén. Una cosa es entender que la dudosa función pública de una idea religiosa merezca todo el espacio de una plaza, y otra, que un supermercado invada de forma tan cutre y ordinaria el infantil, tradicional y tópicamente tierno espectáculo. Se puede patrocinar lo mismo, pero con decoro y elegancia.   


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