Me revienta la manía que
tiene el personal de apelar a las raíces extranjeras ante cualquier problema
que le desagrada. Si es problema es extranjero o, viceversa, si es extranjero
es un problema ¿Cuántas veces no habremos escuchado estos pasados días, a
cuenta de los asesinatos ocurridos en París, que el problema hay que atajarlo
en los países de origen? O consideran extranjeras la religión islámica y la
libertad religiosa, es decir religión de ciudadanos extranjeros, o consideran
extranjeras a las personas que no son de la religión o irreligión que practica
quien esto afirma. Pero lo han dicho, atajar el problema en los países de
origen. Hasta lo que yo conozco los asesinos del atentado a Charlie Hebdo o del Hypercacher de Porte de
Vincennes eran ciudadanos franceses nativos. Otra cosa es que quienes así
pontifican pretendan ignorar que cuatro millones de franceses lo son de
religión musulmana y, en cuanto a número de hablantes, el idioma árabe será la
segunda lengua de Francia. No sé si extranjeros, pero ignorantes y atrevidos a
punta pala.
Por el
contrario tenemos mérito al sentirnos, un minuto de nuestra de vida aunque sea,
amenazados por la barbarie que solo pretende liquidar o eliminar al
discrepante. ¡Hay que tener valor para sentirnos Charlie y afrontar nuestro
futuro con un mínimo de serenidad! Demostrado que lo tenemos. Pero más valor
hay que tener, infinidad más, para sentarse en una mesa de redacción o de
dibujo de Charlie y acometer la elaboración de los próximos números. Me parece
imposible ¿no se habrá acabado la sátira? Piénselo un poquito, imposible ser
Charlie.
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