Por fortuna, cayó en desuso, por injusto y políticamente
incorrecto, el término maqueto, aunque hay quien sigue padeciendo de racismo
recalcitrante y sufre resbalones imperdonables. De todas formas la leyenda aun
planea, evoca, rememora, sobrevuela e impregna. Tuvo otras variantes como la de
coreano, utilizado hasta por el mismísimo Indalecio Prieto, y la de manchuriano
o churriano, todas de infausto recuerdo. Aun recuerdo desde que ventana, y a
quien, oí gritar, por primera ve en mi vida, aquello de “pero si habéis venido
a comer caliente”. Hoy casi todo se reduce a pijo, que en ciertas bocas, en
demasiadas, equivale a maqueto, coreano o churriano, pero con un duro más, o a
español, término en el que cabe todo aquello que sea despreciable e inaceptable.
En esas, se nos enamoran un parlamentario popular irunés y
una actriz donostiarra de primera fila de la escena española y de familia
arraigadísima en los mundos del euskera y la cultura vasca. El alboroto se las trae. Nadie dice decir que
no, ni habla de reglas o mandamientos de cumplimiento inexcusable, mucho menos
de prohibiciones o exclusiones, pero pocos son capaces de disimular esa, en el
mejor de los casos, ridícula ironía con la que cubren y ocultan su rechazo.
Pienso, de verdad, que restándole al suceso el puntito de innecesaria
exhibición, todas aquellas personas incapaces de aceptar la normalidad y la
naturalidad del acontecimiento son enfermas, no de amor precisamente, que
necesitan mirarse con absoluta urgencia, para evitar que el país, que tanto
dicen amar, se convierta en un frenopático.
No hay comentarios:
Publicar un comentario