Menos de lo deseable pero, por fortuna
para mí, es bastante la gente culta que conozco. También diré como dato, sin
insinuación de nada, que las personas más cultas que conozco en San Sebastián
saben euskera. Muchas de ellas habrán aguantado estoicamente la insinuación de
haber cuidado vacas y convivido con aves de corral. Conozco gente monolingüe
castellana empeñada en disimular su relación familiar con el cuidado de cabras
o negociados de porcino vivo, obstinada en ocultar su biografía aparentando ser
sucesores de un despiste de Casanova en su viaje a España, o del linaje
intelectual de Severo Ochoa o Paco Gento. Conozco doctos euskaldunes e
indocumentados castellanos y viceversa, cantidad de castizos sin fronteras.
Suelta el alcalde ovejas en un parque
de la ciudad, ecopastoreo, dicen y les creo, para mantenimiento de jardines;
explotan las locuras señorita, cosmopolita, pisaverde, cheli y gili. En lugar
de oponerse a la medida por ineficaz, si lo fuere, y por símbolo de la arcadia
de mente corta con que sueña el alcalde para nuestro país, que lo es, se lo
achacan a la extracción social y hábitat nativo de éste. En una misma página
asoman usuarios del parque junto a sus perros, una noticia relacionada con los
espectáculos de toros, -animales que pernoctan en el Maria Cristina, ¡vaya dos
antítesis de la ruralidad!-, y la refinada firma de la nieta de aquella que,
echando puñetas, percibía el olor a dehesa de la gente, todo un retrato
contemporáneo.
La ciudadanía deberíamos de ser más
inteligentes, la oposición menos demagoga y el alcalde viajar a su Arcadia,
pero dudo de que nos caiga esa breva.
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