viernes, 14 de agosto de 2015

DENUNCIO YO

EL DIARIO VASCO 14-8-2015

         Colmamos las fiestas  de nuevos rituales advocatorios. Donde proliferaba la advocación al santoral y se imponía un rosario de oficios religiosos entre jolgorio y jolgorio, reinan hoy, testimonio de evolución hacia lo civil, jaculatorias políticamente correctas, sortilegios de males de la modernidad y un rosario de posicionamientos institucionales sobre problemas y cuestiones que, acabadas la fiestas, siguen siéndolo. No nos es extraño que preceda a todo chupinazo, ese sustitutivo civil del repique de campanas, una soflama, más moral que cívica, previniéndonos de todo tipo de excesos. Se nos previene del alcohol y otras drogas,  o viceversa más bien, se nos indica que debemos respetar al medio ambiente, recordamos a los ausentes, nos conjuramos todos, nobles y plebe, para la defensa lingüística e igualdad de géneros… y para cada jornada festiva una expresión alternativa a la propuesta institucional, en la que caben desde las denuncias a excesos judiciales hasta la antitauromaquia, allá donde el toreo nunca debió arraigar.

         Dudo del crédito de toda una corporación, cualquiera, posando en trance con un folio en contra de las agresiones sexuales. No sé si de verdad incide en la toma de conciencia real del problema o no deja de ser una liturgia inevitable más. No sé si esas reacciones planificadas, por previsibles,  a las agresiones no resultan caricaturescas y litúrgicas y si no frivolizan la crudeza del problema. No lo sé, de verdad. Lo que sí que me resulta patético, desalentador, es ese discurso varón poniendo paños templados a los hechos y enfatizando los atenuantes o el histrionismo de las denuncias y sus modos.  

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