viernes, 7 de agosto de 2015

UN DESALIÑO

EL DIARIO VASCO 7-8-2015

Todos los programadores y agentes promotores del ámbito de la música clásica son conscientes del desafecto taquillero entre esta y los jóvenes. Entre tanto sesudo estudio, que para todo circula por ahí, echo de menos uno que proporcione datos de pirateo de música clásica y de edad de los piratas. Me consta que intentan romper ese desafecto y anhelan la presencia de la juventud en sus auditorios. La tarea es difícil en un mercado de género donde juventud y poder adquisitivo son difícilmente compatibles.
Incompatibles le parecen, a nuestro crítico, a parte del público vitalicio, y a alguna gente casposa el derecho a la libertad indumentaria y el gusto sinfónico, la decencia musical y la manga corta. Eso concluyo de ciertos mensajes de las redes sociales y de las alusiones a las corbatas en la misa de Mozart, motivo crítico a las proclamas de libertad de etiqueta de la dirección de Quincena. Cualquiera diría que, salvo la Marcha Radetzky en la Sala Dorada de Viena,  toda interpretación ha de ser oída en postura, tesura y tersura.

Arredra ese personal capaz, como antaño en las iglesias, de restringir la entrada a almidonados y similares. No quiero creer que pretendan dificultar o imposibilitar el acceso de jóvenes y mucha otra gente a esa parcela cultural, pero en el fondo exigen que así sea. Sí ya el precio de las localidades es restrictivo, si se declara incapaz para el disfrute de ciertas obras a personas sin motivación religiosa y, además, no se puede escuchar en camiseta ni un miserable aleluya, que me expliquen qué es lo que entienden, o lo que de cultura tiene un Requiem o un Stabat Mater.

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