viernes, 18 de noviembre de 2016

APAGUEN ESO

EL DIARIO VASCO 18-11-2016

         Era una guerra de velas. Los curas nos indicaban cuáles eran las velas que valían para la ofrenda y cuáles no, las de base tintada de rojo. Se vendían en dos tiendas diferentes. Las que valían eran las de la tienda que recompraba a la parroquia las ofrendadas para volver a venderlas. Como si fueran incombustibles. De algo tendría que valerse la tesorería de la parroquia, pero el miedo que pasaba yo porque se iban a condenar mis amigos, parientes de la otra tienda, no se me va ni con mil nuevos planes de paz y memoria. En los dolores de parto de mi nacimiento, con las angustias, se olvidaron de la vela que dejaron encendida en la mesa de otra estancia hasta que vieron fuego en ella. Un minuto más y no les cuento esta ni con patrocinio de la caja de ahorros.
          Tiempos de insuficiencia energética generalizada e interrupciones de fluido continuas; solía decir mi madre que en estos casos lanzaba un cordón con gancho, preparado al efecto, al tendido que pasaba frente a nuestra ventana y seguía planchando con la luz eléctrica de la otra suministradora del pueblo. También decía, y le creíamos, que luego el padre le pagaba un café al suministrador cuando los sábados iba al bar.
         Hasta hace nada, difícilmente hubiera sido noticia nuclear la muerte de una anciana por al incendio causado con una vela encendida por corte de suministro eléctrico. Hoy, hay que contarla, leerla, oírla y comentarla hasta la saciedad para que arraigue una conciencia de realidad percibida con dificultades. Siempre, al lado, en el intermedio publicitario, en el margen, tendremos a las instituciones, hablándonos de sus bondades normativas y, cómo no, a las compañías de energía patrocinando los informativos. Vivimos de milagro.

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