viernes, 17 de marzo de 2017

FRACASOS

EL DIARIO VASCO 17-3-2017



      Deseaba que Urdangarin saliera absuelto. Por inocente, no por pertenencia a una familia e institución influyente. No ha podido ser, ha sido declarado culpable. Había delinquido a conciencia. Quedo decepcionado y desarmado. Soy de los que necesito creer en la gente y en su bondad. Asisto impotente a la ceremonia social de gente que corrobora y corrobora aquello de que el culpable… tener un culpable suele consolar, pero mi frustración requiere otro consuelo que en el mercado empieza a escasear.
        Cada vez que un religioso es proclamado pedófilo no aumenta mi motivado y sobrado recelo al clero y a lo eclesiástico, pero el mundo se me hunde algo más en la medida que eso es posible. Soy testigo, también impotente, de las consabidas proclamas que jamás se muestran sorprendidas porque nunca hay nada que, desde sus inquinas, no se sepa. Me suelen doler las bajas que me veo obligado a registrar en mi padrón de personas dignas y honradas.
      Cuando me relatan que algún defensor de víctimas de violencia de género y guía social en la materia se ha lanzado al cuerpo de su pareja, se me hunde el sistema y se me embarra la fe en las personas que, obligatoriamente debo de creer. Asisto, lamentándolo, a todos esos coros de morbosos que siempre proclaman que los peores ellos, qué importa quienes sean, pero ellos, y que sienten más placer en airear las casuísticas que en la voluntad de poner remedio al desaguisado.
       Los siento y vivo como un fracaso personal, deplorando la mala fe y las peores ganas, intentando evitar sentir que la vida es una secuencia de fracasos, no más, y pensando, tontamente desde la impotencia, que el género humano puede poner remedio a todo, que la bondad correrá, un día, a raudales. 

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