Dudo de las intenciones de quienes propugnan participaciones puntuales de la gente. No son de fiar todas las posturas políticas que arguyen una consulta en cuanto les van mal dadas; y menos las que se escudan en la consulta y participación para driblar decisiones que, necesarias, resultan impopulares.
No hablaré del tira y afloja de los taurinos, antitaurinos, consultistas, antireferendums, y demás amalgamas que se baten en diálogo en el espacio que dejan la cultura y la tortura. Pero sí haré notar el fin de semana que hemos tenido, participante y participativo. Quién sabe si se ha escuchado a la ciudadanía, si se la ha manipulado, si las cosas han mejorado o empeorado, si han sido antesala de decisiones futuras. A saber. Pero aquello que en principio debiera fijar posiciones claras, entre el sí y el no, parece que siembra más confusión en gente que acabará de no entender para que se consulta y llama a participar.
Perdura el record de la directora de participación que en las pasadas municipales se presentó para alcalde logrando un índice de abstención que nadie, ni de lejos, alcanzó, pero con el entrenamiento que llevan todo llegará. Al portavoz foral le parecen increíblemente buenos unos resultados de una consulta en la que no participó el 75 por cien de los convocados. Frotón de Amara Viejo: el alcalde cree que la participación es cauce de resolución de conflictos, otro de los portavoces celebra el triunfo de su propuesta, otros dos, derecha e izquierda respectivamente, creen que el proceso ha enfrentado a los vecinos y que es mejor lograr un consenso que hacer una consulta que produce distanciamiento entre vecinos. Así no hay quien gane, ni aunque se entrenen duro.
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