Los
guipuzcoanos aceptamos a los inmigrantes, pero creemos que tienen que
integrarse. Es lo que nos cuentan que dice un estudio de Ikuspegi sobre las
actitudes de los autóctonos con respecto hacia la diversidad de Gipuzkoa. En
general, me suele perturbar el discurso que limita la diversidad a la
procedencia u origen de la gente, cuando entiendo que es otro el concepto de
diversidad que nos urge abordar, pero ahí está. Reconocemos la influencia
positiva del fenómeno de la inmigración, pero la mayoría cree que tienen que
integrarse. Estamos por compartir esfuerzos con la inmigración, pero no somos
nada propensos a conocer sus costumbres y pautas culturales. De más a menos,
nos parece bien que abran sus propios comercios, tiendas de alimentación y
restaurantes o hagan uso del espacio público; nos parece bastante peor que
abran sus propios centros de enseñanza privados, que vistan ropas de sus países
de origen y que tengan sus propios templos religiosos. Aceptamos de buen grado
todo el buenismo imperante en los discursos mediáticos y seguimos íntegros en
nuestro pensamiento consuetudinario “deben adoptar nuestras costumbres y
tradiciones”.
Es lo
bueno de las encuestas y de ciertos estudios, pueden evidencias cualquier cosa
y su contraria. Además, ya todos, es lo malo, hemos aprendido a responder
aquello que creemos que estamos obligados a pensar para ser ciudadanos que se
ajustan al modelo tolerante y no conflictivo.
Habría
que encargar estudios que evaluaran e inventariaran conflictos y roces
cotidianos de convivencia y uno, extenso y profundo, que hurgara entre el
divorcio que puede haber entre lo que opinamos y lo que en verdad toleramos.
Seríamos igual de guipuzcoanos.
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