lunes, 17 de julio de 2017

TOUR TRUMP

EL DIARIO VASCO 14-7-2017


                      Es de joven cuando uno se suele querer morir, morir de verdad, de amor patriótico, de desamor y decepciones mil que se dicen ser curables con el tiempo, pero nada creíble hasta que no lo experimentas en tu propia piel, cosa imposible sin el paso del tiempo. Yo solía querer morirme con mucha frecuencia, pero siempre había una causa que me obligaba a desear morir más tarde y no en el momento en que me era preciso. Siempre me picaba aquello de no saber quién ganaría el primer Tour después de mi muerte o el que muriéndome no me enterara del número de carreras que en ese año ganaría Txomin Perurena. Se decidía que era imprescindible superar las melancolías siguiendo vivo y coleando. La fuerza del Tour, l’elan de la ronda francesa, o síndrome Perurena se le llamaría ahora.

         No sé si a Donald Trump le pasaba lo mismo, pero algo le ha mantenido demasiado vivo hasta nuestros días. Parece ser que veleidades de controlar ese impulso vital y modificarlo para apropiarse de él las tuvo. A finales de los ochenta puso en marcha, a todo lujo y a su estilo, el Tour de Trump. Proclamó que en pocos años el maillot de su carrera sería más preciado que el del Tour francés. Se disputó los años 89 y 90 con Lauritzen y Alcalá como ganadores. Una investigación fiscal hizo que la carrera cambiara de dueño y de nombre, Tour DuPont y se celebraran seis ediciones con ganadores de postín. Todo acabo cuando este propietario fue condenado por asesinato.


Uno ya no sabe a quién temer realmente si a ese Trump que se enfrenta envalentonándose, gamberro, ante todo lo razonable o a ese Tour de France que perdura sobreviviendo a lo más salvajes ataques que tampoco se resisten sin recursos poco aconsejables para la media de los mortales.

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