viernes, 22 de diciembre de 2017

CON BONOS

EL DIARIO VASCO 22-12-2017

                 Recoge Umbral en su Diccionario de Literatura la figura de Ramón Eugenio de Goicoechea. La única información que proporciona es que fue un escritor de posguerra que intentó suicidarse arrojándose al paso de una procesión. Indagando un poco, llegamos a saber que el tal era un bilbaíno vital, carismático, seductor, de carácter acanallado y peligrosamente autodestructivo que nunca trabajó y vivía de los sablazos. De él decía González Ruano que se suicidaba cada noche y nadie comprendía cómo nunca se les moría del todo. El mentado intento de suicidio siempre me pareció una idea fascinante, irresistible, une muerte de las más dignas.
Ya no quedan procesiones para emular el intento y posponemos la idea para mejores tiempos. Pero puestos a goicoechizarnos podemos encontrar propuestas más contemporáneas. Podríamos suicidarnos arrojándonos a un océano variadísimo de bonos navideños. Navideños sí, pero institucionales y públicos, son garantía. Los hay de pueblo, de ciudad, de país, de territorio, de consumos, de comercio, de lengua, de cultura. Morir degollado, decapitado, por un bono, un corte de venas con el territorial, con el local, sería una muerte ejemplar, heroica, modélica.
         Empiezo a pensar que las instituciones creen que en lugar de tratarnos como ciudadanos deben hacerlo como si todos fuésemos concursantes de televisión en busca de cheques regalo, que les ha dado por confundir la distribución de los recursos con dotaciones de premios feriados, y que nuestras necesidades son una materia prostituible ante aquellos que disfrutan practicando una generosidad de pequeño rico que confunde e insulta más que ayuda. De suicidio.  

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