Acorde con los tiempos, espectacular el
cisco de Sijena. Espectacular viene de espectáculo y el espectáculo parece ser
lo único que importa, sea deporte, sangre, dinero, sentimientos o cultura. No
sé yo si la ocasión se podría haber utilizado para hacer un poco de pedagogía
sobre la materia, así todos hubiéramos aprendido un poco, y para plantear
analogías que nos permitan contemplar con serenidad nuestros propios
comportamientos, tomados como heroicos cuando sólo son actitudes brutas basadas
en la indocumentación.
Sijena vale para comprobar que los
buenos de la guerra civil, los legítimos, no solían ser, de uno en uno, todos buenos
y que nada nos debe de extrañar cuando nos relaten comportamientos camorristas.
Podía haber valido como manual de historia de las relaciones de la iglesia con
el arte, la historia, la miseria, la supervivencia y el dinero, entre otras
cosas. Vale, y mucho, para esclarecer nuestras ideas sobre el patrimonio, su
preservación, el bien común y su gestión. Incluso podía haber valido para
aprender la distinción entre lo jurídico y lo político.
Pues no. A poca gente le tienta la
pedagogía. Todo se reduce a un litigio de propiedad, si tienen que ser
aragoneses o si han de ser catalanes. No sé cuántos de los que entran en el
rifirrafe tienen la mínima referencia o conocimiento de los bienes en cuestión.
Pero observo en mi entorno una inclinación pro catalana, que tiene su lógica
explicación, a la que mayoritariamente se renunciaría a cambio de invertir el
resultado de la eliminación de la Real por el Lleida, ciudad sede del museo más
afectado por el zipizape Sijena ¿De qué hablamos?
.
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