viernes, 2 de marzo de 2018

CENSORES

EL DIARIO VASCO 2-3-2018

Cada vez resulta más difícil vivir sin molestar a nadie. Se está volviendo imposible vivir sin que le molesten a uno. Nos perturban, nos ofenden, nos incomodan. Tienen derecho a ello, claro que lo tienen. ¿Pero qué nos creíamos? El aspecto más cómodo de la libertad es su reivindicación. ¡Que bonito es reclamarla! Cómo reconforta jalearla, cuánto cuesta conquistarla. Pero, a su vez, qué difícil es vivirla, practicarla con coherencia, disfrutarla, gozarla y… y respetarla ¡Respetarla! Es fácil caer en la tentación de mermar nuestra libertad, la libertad de otros, el derecho a la libertad, en favor de objetivos coyunturalmente considerados más urgentes, más básicos. Es fácil, tan fácil como letal, recortar la libertad, adornarla, maquillarla, supeditarla. Pocos podrán decir que nunca han sucumbido a ella.
Abolida la censura, pensamos alegremente que jamás volvería a nuestras vidas, que era una cuestión del subdesarrollo político, de gente inferior a nosotros que se dejaba someter por ella. Habíamos olvidado que los censores siempre tuvieron una coartada fácilmente confundible con la dignidad y la nobleza, que tuvieron objetivos incluso deseables. Olvidamos demasiadas cosas.
Hoy, cuando más herramientas tenemos para actuar con libertad, incluso para actuar contra ella, hoy, que más que nunca necesitamos apuntalarla, hoy empiezan a ser frecuentes, actos contra nuestra libertad, actos de censura… libros, obras de arte, artistas. Esa censura es abyecta y esa libertad es indispensable para cuando estemos obligados a decir que la basura artística abunda, igual que la farsa cultural, igual que la vileza oportunista y otras perfidias.


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