viernes, 23 de marzo de 2018

DOS LIBROS

EL DIARIO VASCO 23-3-2018

 
          A nada que no fuera un devocionario podía asignársele el nombre de libro en la casa familiar. Forzando el recuerdo sí que veo ejemplares del método de Corte París de la Academia Agueda Otegui y un librito de modelos de cartas usados por madre. Sin embargo, la fe que mis padres depositaron en los libros era ciega, me pagaban sin chistar todos aquellos que, argumentando razón de estudios, solía comprar.
JM decidió, una vez más, que no iba a comprar aquella lectura académica exigida, iba a robarlo. Iríamos en talde a Lagun, nosotros le cubriríamos y él haría el resto. Era lícito, era legítimo, era justo. Era obligación militante robar en y a Lagun. Es que no eran abertzales, eran comunistas. Aquellas estanterías fueron mudos testigos de nuestra, desviadora de atención, zambullida intelectual. Entre tanto JM atiborró los fondos de su tabardo, hasta el cuello de la camisa, con el libro que necesitaba más todos los que le cupieron.
        - ¡Ignacio! ¡Deja ya de chascarrillear y estate al loro ¡coño!
        Ya fuera, JM repartió el botín. A mí me cayó Marx, Engels y los poetas, de un tal Demetz. A los días, en un control, el número de la guardia civil, ante mi escudriñada bolsa, insinuó alguna objeción, pero - ¡sigan! - no se atrevió con mi nada convincente argumento de legalidad.Treinta años después compré Recordando la guerra. Diario de viaje de un refugiado español de Toribio Echevarria. Lo rescaté de entre las piedras y cristales rotos del escaparate, manchado de pintura roja, de un rojo que avejenta como suele la sangre derramada en el suelo.
Cuarenta después, dicen que el turismo ha desfigurado el paisaje de la Parte Vieja, que falta una librería. Sigan

No hay comentarios:

Publicar un comentario