viernes, 20 de abril de 2018

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EL DIARIO VASCO 20-4-2018


Desde las vísperas del MS-DOS se consideraba avanzado y ducho en el manejo informático, aunque la computadora lanzara mensajes de error que rezaban, en inglés claro, “déjame en paz y saca a la cabra a pasear”. Siempre había sido de la opinión de que el mundo y la gente eran capaces de comportarse razonablemente y preocuparse de lo que llevaban entre manos y pudiera afectar al resto.
Lo pasaba mal cuando los fallos eran inimaginables. Por ejemplo, la devolución del aparato electrónico que le colocó un amable operario que adujo desconocer como iba y recomendó toquitearlo para familiarizarse con él y descubrir su funcionamiento. O peor, cuando devolvió la nevera que los dos jóvenes que la instalaron se empeñaron en que era así, que cada vez que abrías la puerta se desplazaba cinco centímetros. No dormía pensando que aquellos, de la edad de su hijo, fueran despedidos sin ningún miramiento.
Pero que le fallara Hacienda era lo último. El código de acceso a su autoliquidación era erróneo en todos los intentos y navegadores. La chica del teléfono le decía que era el primer caso en la historia, que a ver si leía correctamente, que si no sería que iba con la declaración del año anterior. Sintió que el progreso y la tecnología, que él tanto aplaudía, se conjuraban contra él. Siguió teniendo fe en la institución, pero se imaginó con cara de bobo o de banco de pruebas.
En la cola del super optó por la caja de cuatro referencias. De las máquinas se podía espera cualquier cosa, pero ¿de las personas? Una señora y la cajera misma le advirtieron de que era una cola para los de sólo cuatro. Tuvo que responder. ¿Tengo yo cara de llevar más de cuatro referencias?

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