No
son las cosas así como así. De no haber habido traductores que nos
pusieron la Biblia a mano, Dios se las hubiera tenido que arreglar
con más dificultad para darse a conocer entre nosotros ¡A saber lo
que hubiera sido! Sin traductores ni hay doctrinas, ni literatura
universal, ni sistema económico sostenible, ni canción de navidad,
ni ocho cuartos, nada. Sin traductores se tambalea el poder mundial y
la intercomunicación. Duro oficio, que mientras perdure estaremos
todos condenados, afortunadamente, a entendernos e, incluso, a
malentendernos.
Sin
traductores no habría relación posible entre la justicia española,
la belga, Puigdemomt, Marlaska y demás, de cara a arreglar, o
desarreglar del todo, cuestiones vitales. También es verdad que sin
traductores no tendríamos a quien echarle la culpa. Se tira de ellos
a conveniencia y necesidad, se despotrica de ellos casi siempre que
vienen mal dadas, y se les utiliza y manipula su trabajo como si
fuera una profesión prostituida. ¿Alguien cree inocente el “error”
de traducción en la demanda contra el juez Llarena? ¿Todavía
alguien es capaz de creer que la traductora haya podido mentir en
defensa propia?
Acaba
de publicar Mikel Taberna un sorprendente artículo en el que cuenta
cómo Txirrita, junto con otros, fue llamado a tribunales con motivo
de unos versos que, por encargo, había escrito para su difusión y
venta. Los tribunales echaron mano de dos traductores que, al decir
de las crónicas, hicieron dos traducciones distintas, arguyendo la
imposibilidad de la traducción literal. que sin embargo la acusación
dio por buenas porque no variaban en lo sustancial. no es el caso,
pero nihil novum sub sole. Nada nuevo bajo el sol.
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