Es
que no me sale y no sé yo que va a ser hoy de mí. ¡Lo que no se ha
escrito sobre la primera frase de una narración! Si la primera frase
del relato no es rotunda, magistral, si no es el núcleo de cuanto le
prosigue, mejor desistir. Es lo que se dice, lo que se impone en el
canon. Eso es, por tanto, lo que estamos obligados a creer. Y yo,
aquí. ¿Qué será de un artículo, de una columna, sin una frase
medianamente aparente? Y así es como hemos empezado “es que no me
sale y no sé…”. También es verdad que, con frecuencia, cuando
uno escribe un texto o un artículo sobrado de extensión y de rollo,
lo suele arreglar cortando la primera frase o, incluso, párrafo. La
mayoría de las veces resulta una mejora y queda absolutamente
aparente. Las primeras frases en escritores mediocres como nosotros
son un aterrizaje y aproximación borrachísima al tema. No sé cómo
remediarlo.
Mira
que se me van los ojos y caigo en la tentación de esos manuales, que
parece que van a abundar, más todavía, este año, que te ayudan y
aconsejan para ser escritor, para marcarte un itinerario en el taller
de creación literaria. No encuentro forma de sacarles provecho,
provecho sistematizado quiero decir, provecho productivo. Pero,
directa o indirectamente, si me he encontrado con consejos geniales
para conseguir ser un buen escritor, posibles primeras frases.
Margarete
Atwood recomienda ejercicios de espalda porque el dolor distrae.
Richard Ford aconseja no tener hijos. P.D. James considera contagiosa
la mala escritura y recomienda leer mucho, pero discriminando.
Somerset Maugham, en su día el escritor mejor pagado del mundo,
habló de tres normas para escribir que, por desgracia, nadie las
conocía.
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